En Notas de Prensa

Las delegaciones diocesanas de Enseñanza y Catequesis de Aragón están en estos días animando y motivando a las familias y a los alumnos de los diferentes niveles escolares para que inscriban a sus hijos, o se inscriban los mismos jóvenes, para cursar la asignatura de Religión y Moral católica. El obispo de Huesca y de Jaca, don Julián Ruiz Martorell, es en nuestra Comunidad autónoma de Aragón el obispo responsable de las delegaciones diocesanas de Enseñanza y  Catequesis. Ha escrito una Carta valorando y explicando el sentido departicipar en las clases de Religión y por su interés la ofrecemos íntegra.

 

Queridos hermanos en el Señor:

Os deseo gracia y paz.

Cuando se trata de tomar decisiones que tendrán consecuencias en el futuro, hacemos balance de las posibilidades, sopesamos aspectos, valoramos criterios. Porque
somos conscientes de nuestra responsabilidad. Del mismo modo, cuando hemos de acompañar a los demás en sus decisiones o somos nosotros mismos quienes decidimos por otros, nuestro compromiso aumenta y deseamos acertar.

Es importante apuntarse a la clase de Religión por diversos motivos. El primero es que la educación ha de ser integral, en todos los aspectos, en todas las dimensiones de la persona, también en su perspectiva trascendente. El ser humano también es apertura. La enseñanza nos invita a lanzar la mirada hacia adelante, a caminar en un proceso continuo de crecimiento, a otear nuevos horizontes, a escuchar las resonancias que acompañan a la humanidad de cualquier siglo y en cualquier circunstancia.

La enseñanza de la Religión comprueba que, desde las culturas más antiguas, siempre ha habido en la humanidad un impulso, un horizonte que va más allá de lo que
podemos ver y palpar. Hay un mundo de valores que se traducen en cultura, en el sentido genuino de cultivo de la personalidad.

En la cultura occidental, nuestro imaginario colectivo está cuajado de referencias religiosas, desde las expresiones artísticas en la arquitectura, la pintura, la escultura, la orfebrería, la música, la danza, el teatro, el cine y todas las artes escénicas, hasta las indelebles huellas que aparecen en la literatura y las manifestaciones del lenguaje tanto culto como popular.

Aparecen resonancias religiosas en el calendario, las fiestas, las celebraciones, las romerías. El paisaje, los nombres de las cumbres, de los valles, de los ríos, nos remiten a personas y  acontecimientos en los que la religión ha estado y está presente. Los nombres de las ciudades y los pueblos mantienen vivo el recuerdo y la memoria de hechos trascendentales vinculados con la religión.

La clase de Religión se imparte según unos planteamientos didácticos y pedagógicos equiparables al resto de asignaturas fundamentales. Los profesores poseen una cualificación, una preparación y una titulación. Conocen desde dentro el sistema educativo y forman parte activa de la comunidad educativa. Además, trabajan con enorme dedicación personal y profesional. Viven con entrega y generosidad su especial vocación como docentes. En algunos casos, recorren centenares de kilómetros en desplazamientos que realizan sufriendo las inclemencias del tiempo. Con lluvia y granizo, con nieve y calor. Con madrugones y atardeceres que se prolongan hasta caer rendidos, dedicando mucho tiempo a actividades que hay que preparar o a ejercicios que
se deben evaluar.

La clase de Religión no se improvisa. Por eso, tampoco se debe improvisar una decisión tan importante como es apuntarse a una apasionante asignatura que abre la mente, dilata el corazón y ensancha los pulmones. Abre la mente a todas las culturas. Dilata el corazón a todos los sentimientos, especialmente el afecto hacia las personas más vulnerables. Ensancha los pulmones para poder respirar con amplitud el espíritu de los valores más genuinos de la humanidad.

No lo dudéis: apuntarse a la clase de Religión es una decisión acertada.

Mons. Julián Ruiz Martorell

Obispo de Huesca-Jaca

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