En Cartas de nuestro Obispo, General

Al comenzar el quinto curso, ¡un pasito más!

Después de haber peregrinado a Lourdes con la Hospitalidad y de haber pasado con los curas de la Diócesis la «ITV», los ejercicios espirituales dirigidos por Mons. Juan María Uriarte, nos toca durante este curso dar un pasito más para cristalizar el Proyecto Diocesano iniciado hace ya casi cinco años: armonizar, coordinar y concretarlo en cada arciprestazgo.

Al mirar hacia atrás siento vértigo ante las bendiciones de Dios que cada uno de los hijos del Alto Aragón ha recibido y, también, por el camino que juntos hemos recorrido. Le doy gracias, en primer lugar, por los dieciséis sacerdotes a los que me ha tocado cerrar los ojos, al igual que a otros consagrados o laicos que con tanta abnegación colaboraron en los diversos servicios apostólicos que se les confiaron. Igualmente doy gracias a Dios por cada uno de nuestros sacerdotes diocesanos: en activo, enfermos o jubilados. Y también por el refuerzo impagable de ese ramillete de sacerdotes venidos allende los mares para mantener viva la fe que un día nosotros les ofrecimos. Además, por los sesenta y siete animadores de la comunidad, verdadero milagro del cielo, que nos ha permitido que llegara el pan de la palabra, el pan de la eucaristía, el pan de la ternura… a cada comunidad cristiana. Añado en mi acción de gracias la incorporación de un grupo nada desdeñable de seglares como delegados de los distintos ámbitos pastorales como por ejemplo enseñanza, catequesis, misiones, pastoral juvenil, pastoral social, pastoral de la salud, etc. y por la tarea impagable de las diferentes comunidades religiosas que siguen dejando la impronta de su carisma institucional.

Como sucede en la modificación o remodelación de cualquier edificio, lo más costoso y lo menos visible suele ser trabajar en los cimientos o en el tejado. En este sentido, recogiendo el sentir de los obispos de Aragón en su Carta sobre las Unidades Pastorales, comprendimos que nos urgieron a reestructurar nuestro servicio evangelizador y desde esa reflexión quisimos pensar y elaborar para nuestra diócesis un plan de pastoral, lo que ha llamado antes Proyecto Diocesano, que ayudara a la misión de la Iglesia, concretada en nuestra Iglesia diocesana, que es evangelizar.

La visita pastoral que he hecho a cada pueblo me ha obligado a salir de los muros de la curia. Algunos podían extrañarse de mi ausencia allí y otros pudieron alegrarse de mi presencia en los rincones más recónditos de nuestra extensa y bella geografía. Esas visitas a las parroquias han supuesto miles de kilómetros que me han permitido conocer y amar en profundidad al pueblo que me ha sido confiado. Y me ha permitido, sobre todo, recibir las mejores lecciones de vida. Cuánta experiencia y cuánta fe ofrecida como su mejor legado.

En mis próximas cartas, os iré explicando de manera detallada cómo se está desarrollando nuestro Proyecto Diocesano de Pastoral y cómo tenemos que ir siguiendo de ahora en adelante. Lo que ya se ha hecho es importante como primer cimiento pero ahora, como os decía al iniciar esta comunicación como carta semanal con vosotros desde esta publicación diocesana, queda “dar un pasito más” y  armonizarlo, coordinarlo y, sobre todo, concretarlo en cada Arciprestazgo en el que está el grupo de parroquias que se unen para trabajar pastoralmente en nuestras comarcas.

Pienso que la vida del Proyecto Diocesano va a estar precisamente en concretar cómo llevarlo a la práctica en cada Arciprestazgo y cómo programar las acciones de cada objetivo específico que constan en el Proyecto Pastoral, para llevarlas a cabo por esas tres familias que componen “ la completa familia diocesana”: sacerdotes, religiosos y laicos cristianos.

Os iré detallando todo esto y, como conclusión descriptiva de todo lo expuesto, os ofreceré también unos gráficos en los que pienso que se aprecia con claridad la totalidad del Proyecto Diocesano de Pastoral.

 Con mi afecto y mi bendición.

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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