En Cartas de nuestro Obispo

El pasado día 6 de noviembre de 2019 nuestra iglesia diocesana vivió un hito histórico al celebrar conjuntamente a todos los beatos mártires del Alto Aragón oriental. Permitidme que alce mi voz al Señor con emoción contenida por la gracia inmerecida de ser vuestro pastor en esta noble y fecunda tierra de testigos cuyos hijos hicieron ofrenda de su vida. Agradezco el ingente trabajo que ha realizado la Comisión Histórica y la autorización del Consejo Presbiteral, celebrado el 15 de octubre pasado, para incoar la causa de beatificación de nuestros sacerdotes diocesanos (204), seminaristas (6) y seglares (31) mártires. Si cambiáramos “Barbastro” por el “Alto Aragón oriental”, aquellas palabras proféticas, pronunciadas el 15 de noviembre de 1992 por el cardenal Aquilino Bocos, seguirían conmoviéndonos también hoy y tendrían la misma o mayor vigencia y actualidad que entonces. Las quiero volver a reproducir para que os sintáis orgullosos y al mismo tiempo podáis evocarlas sin complejos a unos y a otros:

“Barbastro [El Alto Aragón oriental] regado con la sangre inocente de su Pastor, don Florentino Asensio, de sus sacerdotes diocesanos (204), de sus religiosos (51 claretianos, 18 monjes benedictinos, 10 escolapios, 2 monjas clarisas) y de sus fieles seglares (6 seminaristas y 31 laicos, entre ellos el Presidente de la Acción Católica y el gitano Pelé), pasará a la historia como lugar donde se escribió una de las Actas más bellas del martirologio de la Iglesia. Su nombre será paseado por los cinco continentes como atalaya del espíritu, yunque de fidelidad y emblema de reciedumbre. La glorificación de estos mártires, y la de los que les seguirán, hace que el Alto Aragón oriental  no sea ya recordado como «altar de sacrificio» sino como «cátedra» elocuente que enseña a morir de pie –‘entre el canto y el perdón’– a los testigos del evangelio”.

Concluyo –como botón de muestra con el testimonio de un par de ellos:

“Hermano mío muy caro: En poco tiempo ¡qué dos gracias tan señaladas me concede mi buen Dios! La profesión, holocausto absoluto… y el martirio, unión decisiva a mi Amor! ¿No soy un privilegiado?” Aurelio Boix, mártir monje benedictino del Pueyo, carta a su hermano. “¡No cambiaría la cárcel por el don de hacer milagros ni el martirio por el apostolado que era la ilusión de mi vida!” Ramón Illa, mártir seminarista claretiano, carta a su madre.

Con mi afecto y mi bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

Teclea lo que quieres buscar y pulsa Enter