El pasado 6 de noviembre, en la fiesta de los Beatos Mártires de nuestra diócesis, el animador de la comunidad Juan de Pano explicó por qué el humilde tomillo representa bien a esta diócesis martirial.
Hemos reunido unos renuevos de tomillo para esta celebración. Están recogidos en distintos lugares de nuestros arciprestazgos. Son, pues, fragantes ramilletes nacidos en Tierra de Testigos de Cristo, regados con sangre martirial, son jóvenes plantones traídos sencillamente para que nos aromen este momento de fiesta, y de recuerdo admirado y agradecido. Pretendemos que su delicadeza y su reunión expresen nuestra certeza de pertenecer, brazo con brazo, a una diócesis martirial, sensible y unida que es regalo y caricia de Dios.
Y hemos elegido estos plantones porque:
Así como el tomillo perfuma las manos de quien le corta la vida arrancándolo de la tierra, así nuestros mártires bendijeron y perdonaron hasta el último aliento a quienes cruelmente les arrebataron sus vidas.
Así como el tomillo es olor que inunda nuestros campos y nos penetra con su dulzura aunque no lo veamos o, aunque pasemos junto a él sin detenernos, así nuestros mártires son evangelio junto a nosotros y aunque no podamos verlos, reconocemos su presencia, que impregna nuestros pasos cotidianos con el perfume de su valentía para entregarse a Dios y que cala en nuestros pechos con el aroma santo de su reciedumbre.
Así como el humilde tomillo crece en todos los rincones de nuestro solar diocesano y brota infrenable por árido o pedregoso que sea el terreno de su nacencia, así toda nuestra geografía diocesana es semillero martirial; toda ella, de norte a sur, es, sin reservas, una evidencia de firmeza en la fe; toda ella, tan querida, es un canto incesante y vital de alabanza a Dios.
Pero, este tomillo que encarna hoy nuestra identidad martirial no debe quedarse aquí. Su sitio está en la calle, allí es donde agiganta su perfume, convertido por nuestras vidas en bálsamo de Dios para los hombres.
Por eso, hemos reunido estos renuevos aquí, para que quien lo desee pueda echarse unas briznas de él en el mismo bolsillo en que pone la mano con que saluda y acaricia, la mano con que trabaja y ayuda, la mano con que perdona y así, pueda difundir por nuestras calles este aroma símbolo de perdón, de presencia y de aceptación del legado de nuestros mártires; este símbolo de que queremos vivir como murieron ellos.
Juan de Pano