En Cartas de nuestro Obispo, General

Cuatro domingos antes de la fiesta de Navidad  se inicia el nuevo año cristiano. A partir de esta fecha la Iglesia nos invita a celebrar los misterios de la fe de manera progresiva, ofreciéndonos tres tiempos «fuertes» —adviento-navidad, cuaresma-semana santa y pascua— y entre uno y otro, el tiempo «ordinario».

Ahora estamos en el primero y, durante este tiempo de Adviento, la Iglesia nos ayuda a preparar el corazón para celebrar de verdad la Navidad. Lo hace de la mano de sus tres protagonistas: Isaías, Juan Bautista y María:

A Isaías, como hoy a nosotros, le tocó vivir tiempos recios. El pueblo, desterrado en Babilonia, vivió una profunda crisis de fe. Imaginaba que Dios se había olvidado de sus promesas y le había abandonado a su suerte. Sin embargo, cuando todo invitaba a la desconfianza y al desconcierto, el profeta Isaías anuncia un mensaje nuevo e inesperado: Dios en persona viene a salvar a su pueblo.

Juan Bautista, el último profeta, supo vislumbrar su venida inminente e invitó a su pueblo a «arrepentirse». Muchos acudían a preguntarle cómo se tenían que preparar. No se anduvo por las ramas. Les habló con claridad.

María, alumbró a Dios entre los hombres. Cuando lo más fácil era tener miedo, supo fiarse de Él. Cuando lo más fácil era desentenderse, supo comprometerse por su pueblo. Cuando lo más fácil era aceptar la infecundidad, nos enseñó a hacer germinar en nuestros corazones la Gracia de Dios. Con su sí, María devolvió al mundo y a los hombres la alegría y la esperanza.

Con este elocuente poema de José J. Pérez Benedí os invito a no caer en la trampa y decirle al Señor: “Nuestro corazón te espera”.

 

Trae el tiempo del adviento

en sus manos cuatro lámparas

invitando a los creyentes

a vivir en “vigilancia”.

La sociedad de consumo

sigue cayendo en la “trampa”

y se dispone a “pasar”

una navidad “pagana”.

Pero, nosotros, Señor,

somos “hijos de esperanza”

y soñamos “celebrar”

una navidad “cristiana”.

No queremos conformarnos

con diminutas migajas

de regalos, comilonas

y juergas de madrugada.

Queremos, Señor, que vengas

a nacer en nuestra casa.

Nuestro corazón te espera,

como los campos el agua.

Con tu presencia amorosa,

con tu paz, con tu Palabra,

convertirás en “caricias”

las “lanzas” y las “espadas”.

No pases, Señor, de largo.

Quédate en nuestra posada.

Necesitamos tu gracia,

Tus besos y tus miradas.

 

Con mi afecto y mi bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

Teclea lo que quieres buscar y pulsa Enter