En Cartas de nuestro Obispo

¿Eres tú realmente el Mesías? En su modo de ser y de actuar Jesús disipa las dudas del Bautista. Donde hay signos de liberación el Reino de Dios actúa. Su gracia salva al hombre de su degradación humana (pecado). En cambio, cuando se ignora a los marginados, pobres y desposeídos, destinatarios preferidos de la Buena Nueva, no se obtiene realmente la liberación de Dios en las personas.

Frente a la liberación del hombre por el hombre que propugnan los que se creen más «progres», los cristianos impulsan humildemente la liberación humana que obra Dios no sólo en el más allá sino también en nuestro propio mundo.

Se trata de un cambio de mentalidad y de conducta que nos lleva a una verdadera conversión personal y social, es decir, a la construcción de un mundo más humano que exige un cambio de relación con Dios y con los hermanos.

Los creyentes sabemos que la mayor alienación del hombre y de las relaciones sociales no es Dios ni son las estructuras deficientes de los sistemas políticos, sino la realidad del pecado en el mundo, esto es, la idolatría del poder, del aparentar y del tener, que cierran el corazón al amor y a la justicia por causa del egoísmo que generan.

Sólo Dios, que viene en persona, nos libera del pecado (degradación humana). Jesús es el único que no defrauda. Él es nuestro gozo y nuestra esperanza. La única respuesta válida a nuestro anhelo de eternidad y de felicidad. No hay mayor falta de cordura que vivir sin futuro y sin esperanza. El cristiano, movido por su fe, confía y espera no con los brazos cruzados sino mirando al futuro, esto es, viviendo intensamente el presente y tratando de mejorar la realidad actual.

La liberación plena es creer y esperar no sólo en la vida eterna sino también en la vida terrena, esto es, luchar contra todo lo que significa muerte o anula la vida, la persona, su dignidad y su libertad. Es hacer más digna y humana nuestra vida aquí en la tierra.

Gracias a todos los hijos del Alto Aragón oriental que se preparan para recibir a Dios. Él se muere de ganas por habitar en tu corazón y llenar de sentido y fecundidad tu vida.

 

Con mi afecto y mi bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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