En Cartas de nuestro Obispo, General

Jesucristo, «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo»

Cinco veces se repiten estas palabras en la celebración eucarística. La quinta, antes de la comunión, como indicando que quien se une a Jesucristo asume también su condición «sacrificial» que expía, vence y borra el pecado del mundo.

Jesús es el nuevo «cordero pascual» Es el «sacrificio de la nueva alianza» que supera y anula la sangre de los sacrificios de animales. Él es simultáneamente «la nueva víctima y el sacerdote». Te rescata, a precio de sangre.

«Quitar el pecado del mundo» significa borrar los pecados y el mal del mundo, que brille la luz sobre las tinieblas y borre el egoísmo del «hombre viejo».

El pecado, aunque para muchos resulte un término desfasado, es una realidad omnipresente en el mundo y dentro de cada uno de nosotros mismos. No somos impecables. Nos acecha el mal, el pecado, aunque usemos eufemismos. Basta con que echemos un vistazo para darnos cuenta de que en la sociedad prolifera la mentira, la explotación, la corrupción, la pobreza, el hambre, la incultura, la violencia, el sufrimiento de muchos inocentes, la marginación de los sin voz… en una palabra, la violación de los derechos humanos; de que en el mundo del trabajo abunda la competencia desleal, el paro, la inseguridad y las zancadillas; de que en el mundo de la familia hay frialdad, falta de diálogo y de entendimiento, lucha entre las generaciones, desamor, infidelidades, divorcios y abortos; y en el plano personal nos dominan las actitudes de soberbia, la avaricia, la lujuria, la envidia, el afán de dominio, el odio, la rivalidad y la venganza.

¿Cómo podremos luchar hoy contra el mal?, ¿cómo podremos vencerlo? Sólo el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos puede ofrecer la victoria, la liberación y la paz interior. Conviértete. Deja que Cristo cargue con tus pecados y te salve por medio de su muerte expiatoria y de su resurrección gloriosa. Déjate querer y abrazar por Él. Te sentirás liberado.

 

Con mi afecto y mi bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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