En Cartas de nuestro Obispo

Jesús sí que fue realmente un «transgresor» frente a los que querían hacerse pasar por «progres» en su época. Ofreció un modo nuevo de ser y de vivir. Su novedad consistió en desenmascarar cualquier «maturranga», es decir, denunció con su coherencia de vida que trataran de amordazar la ley a través de políticas injustas o sectarias.

La historia se repite. Jesús va más allá de las formas y propone una mayor exigencia y radicalidad. El amor sin límites a Dios y a los hermanos se desvela como la plenitud de la Ley de Cristo. Así emerge una nueva justicia, una nueva santidad, una nueva fidelidad. Se sirve para hacérnoslo entender de un género literario clásico, las «antítesis»: “habéis oído que se dijo… pero yo os digo”

Esta nueva fidelidad evangélica, verdadero don de Dios, se nos desvela como la sabiduría de los pobres, de los humildes y de los sencillos. Sobre el homicidio Jesús defiende la vida humana y el derecho a la misma. Condena no solo la privación de la vida física, sino también toda acción y sentimiento de malquerencia. Sobre el adulterio Jesús defiende la plena fidelidad conyugal basada en el amor entre los esposos. Para Él, es inmoral no solo el adulterio consumado sino también el adulterio del corazón. Sobre el divorcio Jesús defiende la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Restablece el orden del Creador anulando la «manga ancha» adoptada por los maestros de Israel. La indisolubilidad del matrimonio que preconiza Cristo restablece la dignidad de la mujer y sus derechos y obligaciones en paridad con el varón. Y sobre el perjurio Jesús defiende la verdad, la sinceridad, la honradez y la lealtad. Excluye no solo el incumplimiento del juramento hecho a Dios sino también el jurar por el cielo, la tierra, el templo… Contra la mentira no hay más salvaguarda que vivir en la verdad y en la sinceridad de hermanos que saben que son hijos de Dios.

Con estas exigencias que Jesús plantea ¿todavía hay alguien que se pueda creer bueno, fiel o justo? Personalmente apelo a su misericordia y trato de amar a todos «hasta que duela».

 

Con mi afecto y mi bendición

 Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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