En Cartas de nuestro Obispo

De una forma muy sencilla, los Prefacios nos indican la especial sensibilidad espiritual con la que debemos vivir el tiempo de Cuaresma.

Prefacio I: ‘Dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al amor fraterno’
Oración y ejercicio de amor al próximo, que es mi hermano. ¿Cómo potenciar el tiempo de oración?, ¿cómo aprovechar mejor el tiempo que dedicamos normalmente a la oración? El amor fraterno, que no es sólo la organización de Cáritas o de otros servicios en favor de los pobres, sino ser yo mismo quien, como Jesús, se pone a los pies de las muchas pobrezas que encontramos en el mundo e intentar ‘lavarlas’. No es sólo organizar y distribuir trabajo; es ser, como Jesús, Buen Samaritano, con implicación de la propia vida.

Prefacio III: ‘Con nuestra privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados…’.
La ascesis no está suprimida. Todos necesitamos vivir la renuncia; lo que el Prefacio llama ‘privaciones voluntarias’. El sentido de éstas ha de ser volvernos más caritativos y compartir los bienes; dominar nuestro afán de suficiencia y agradecer los dones de Dios. El Prefacio, por tanto, es muy sugerente y concreto. Además de la oración, es necesaria la ascética para vencer dos riesgos de nuestra vida de personas espirituales: el afán de suficiencia y la falta de gratitud por los dones de Dios. En ocasiones nos sentimos muy lejos de la oración de gratitud y percibimos la dificultad  de vencer el orgullo, la vanidad. Pues bien, la Cuaresma es camino para potenciar los gestos de ‘renuncia voluntaria’ por el que acogeremos experiencias de humildad y de gratitud.

Prefacio IV: ‘Con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones’
El ayuno. Tan practicado y tan animado en nuestra cultura. Todos recordamos ‘ayunos’ incluso a prueba de salud, para obtener alguna reclamación o como signo de protesta. Está también el ayuno divulgado como medio para la estética del cuerpo. No podemos perder, sin embargo, el sentido y la realidad del ayuno bíblico, que tiene otras connotaciones. Como reza el Prefacio: ‘refrena pasiones, eleva el espíritu y da fuerza y recompensa’. Qué síntesis incomparable de la bondad espiritual del ayuno que la Iglesia, con gran delicadeza, sólo nos urge dos días al año: Miércoles de Ceniza y Viernes Santo. Pero nosotros debemos encontrar en el ayuno, vivido con más frecuencia, y a semejanza de Jesucristo, el freno de las pasiones, que son fuerzas que tenemos que ordenar; la
elevación del espíritu que nos hace más disponibles a la acción de Dios y con más capacidad de discernimiento y nos da fuerza y recompensa; y la fortaleza que en cualquier momento pero sobre todo en los momentos recios necesitamos.

Prefacio V: ‘Con el corazón contrito y humillado’.
La Liturgia de Cuaresma nos urge, nos invita, a pedir a Dios la gracia de un corazón contrito, humilde. Es lo que vivimos al comienzo de la Eucaristía: ‘reconozcamos nuestros pecados’. Es gritar como el ciego del camino: ‘Señor, ten piedad…’. Es la actitud profunda y concreta de Zaqueo. Como dijo Jesús: ‘Hoy ha sido salvación para esta casa’. Es el corazón del buen ladrón crucificado junto a Jesús. Necesitamos, es muy probable en el silencio de nuestros templos, tomar conciencia de la gracia de Jesucristo que suscita en nosotros un corazón ‘contrito y humillado’.

Con mi afecto y mi bendición
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón

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