En Cartas de nuestro Obispo

 

La “novedad” que hemos vivido, que estamos viviendo o que nos tocará vivir presiento que será la tónica que tendremos que asumir durante este nuevo curso. Esta  pandemia, que llegó sin manual de instrucciones, ha logrado detener el mundo y tocar el punto de flotación de la humanidad. También nos va a obligar a reflexionar en
profundidad cómo vivir la fe en estas circunstancias. La comunidad cristiana tiene que seguir siendo en la sociedad portadora de esperanza y de consuelo en medio de tanto desconcierto, temor y dolor que nos ha traído este fatídico virus. Tengo la certeza de que a pesar de tanta incertidumbre y oscuridad estamos viviendo un “kairós”, un verdadero tiempo de gracia donde la luz de la fe va a seguir iluminándonos y sosteniéndonos, donde la caridad también se abrirá camino en este intrincado recorrido.

Durante aquellas semanas en las no podíamos movernos de casa, aplaudimos el florecimiento de una iglesia doméstica evocadora de aquellas primeras comunidades cristianas, en las que los padres oraban con los hijos. Con esa misma alegría contemplamos cómo los fieles iban asumiendo responsabilidades en sus parroquias, delegaciones, grupos apostólicos o movimientos, sea llamando por teléfono al que estaba solo, acercándole la compra a quien lo necesitaba, colaborando económicamente con quien lo estaba pasando mal, compartiendo materiales de oración o rezando por los difuntos y enfermos o por las familias de unos y de otros. Y lo mejor es que nada de esto ha habido que pedirlo sino que, pasado el aturdimiento inicial, la generosidad ha arraigado y con ella el convencimiento de que todos íbamos en la misma barca
y de que solos nos hundiríamos irremisiblemente ¡Qué gran lección de humildad y de solidaridad!

Cuando todo esto pase, que pasará, la Iglesia seguirá estando, como en estos tiempos recios, en primera línea y llegando al pueblo más pequeño de nuestro Alto Aragón oriental. Entonces, como hoy, precisaremos de muchas manos para continuar trabajando con fortaleza en el anuncio de la verdad y de ternura de Dios, celebrando la vida y la fe, atendiendo a los más pobres y desfavorecidos. Ojalá que todos los hijos del Alto Aragón sepamos plasmar en esta hoja diocesana, que estrena nuevo formato, la única melodía que los cristianos sabemos tocar, la del servicio hecho con amor.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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