Gracias, una vez más, por ser con tu propia vida esa estrella luminosa que alumbra hoy a Cristo oculto en el corazón del mundo.
Permitidme que, a través de este medio, pueda llegar a cada uno de vuestros hogares y desearos un encuentro ardiente ante el misterio de un Dios que se hace hombre para que la persona humana descubra su origen divino. Que el niño Dios nos libre de esta funesta pandemia, cure nuestras heridas (soledad, vacío, tristeza, miedo, incertidumbre, fragilidad, pobreza…) y colme todas nuestras expectativas.
Siento contradecir, una vez más, a quienes hacen tantos cálculos humanos sin entender que los que vamos a tratar de vivir una navidad esencial descubriremos que los otros, aunque no convivan bajo el mismo techo, no son mis allegados sino mis hermanos, con quienes compartiré la misma mesa (misa) donde Dios nace cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras sagradas.
Dios sigue buscando corazones para habitar. Durante estos últimos años, la sociedad de consumo se ha encargado de llenarlos de luces, de colores, de ruido, de regalos que paradójicamente no han logrado devolver al ser humano la alegría interior que brota del corazón.
Este año voy a sentirte más cerca que nunca porque la cercanía, gracias a Dios, no se mide por metros sino por gestos. Quiero compartir contigo tu dolor por la pérdida de tus seres más queridos; o de tu salud o la de algún familiar tuyo; por la precariedad o la pérdida de tu trabajo o de tu propia dignidad. Este año quiero hacer míos tu soledad, tu tristeza, tu miedo, tu incertidumbre, tu pobreza, tu fragilidad o vulnerabilidad… y superarlos juntos a fuerza de ternura, de bondad, de solidaridad, de generosidad, de entrega… de fe.
Este año, merced a la hermosa iniciativa de la Delegación de Medios, hemos montado entre todos nuestro belén diocesano virtual. En él cada delegación, arciprestazgo, parroquia, cofradía, grupo apostólico, movimiento… ha puesto su figurita simbólica (el tablero, las luces, el camino, la estrella, el castillo, el tomillo, el desierto, la posada, los pastores, etc.) visibilizando que somos una única y gran familia que tratamos de visibilizar a Dios a través de su ternura, conscientes de que al mundo lo salvará la ternura de Dios.
¿Cuál va a ser tu gesto de ternura que alumbre al Dios que llevas dentro?
Gracias por estos gestos, tan elocuentes, que están haciendo posible que nuestra Diócesis aunque pobre, despoblada, envejecida, periférica… pero tan llena de Dios pueda vivir una navidad esencial:
¡Santa y fecunda Navidad, esencial!
Ángel Javier Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón