Dos preposiciones y un adverbio han logrado modular mi vida al conjugar este verbo durante la semana pasada. He podido experimentar en carne propia lo que entraña sufrir con vosotros, sufrir
como vosotros y sufrir por vosotros.
Desde las 20 horas del 8 de enero en que me notificaron desde el Centro de Salud que la PCR que me habían hecho para poder viajar a Roma daba positiva, han sido tantas y tan diversas las muestras de cariño recibidas que me he quedado abrumado y conmovido. Os confieso que resulta más fácil querer que dejarse querer. Esta ha sido la primera gran lección que me habéis dado y que evoca, por otra parte, la noble misión evangelizadora que toda persona anciana, enferma, frágil o vulnerable puede llevar a cabo desde su entorno. Dejarse querer y/o ayudar siempre con la sonrisa en los labios es un signo inequívoco de la ternura de Dios.
¡Cómo no os voy a querer!, ¡cómo no voy a entregarme hasta dar la vida si hiciera falta por ofreceros mi ayuda o consuelo! Sufrir con vosotros, sufrir como vosotros me ha ayudado a experimentar no sólo mi frágil condición sino también a igualarme más si cabe con cada uno de vosotros. Sufrir por vosotros, sólo me resultará posible desde aquel amor vicario que encarnó el Señor al cargar con mi propia cruz, con mi propio pecado y así recobrar mi dignidad como persona. Esta es la suerte que nos toca correr hoy a los cristianos, ofrendar nuestra vida para que los demás recobren la suya.
Vivimos como los primeros cristianos sujetos también hoy a leyes o costumbres no evangélicas. Lejos de ignorar la realidad o de sublevarnos ante ella, Cristo nos muestra otro camino, la excelencia, amar hasta que duela, y así transformar la sociedad desde dentro. Este es hoy también nuestro secreto como confirma la carta a Diogneto (158 dC), los cristianos «no se distinguen de los demás hombres ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres (…) y sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable (…) Obedecen las leyes establecidas, y con
su modo de vivir superan estas leyes».
Yo también quiero estar con vosotros en el mundo, correr vuestra misma suerte, eso sí, tratando de encarnar aquellos valores que Dios ha impreso en nuestra alma. Y así revertir el orden de la sociedad desde dentro. Los Reyes os han dejado como regalo en vuestra comunidad cristiana el folleto de las unidades pastorales. Durante las próximas semanas os compartiré la hondura teológica y significación eclesial que tienen para cristalizar un nuevo modo de ser cristiano en el mundo.
Mi reconocimiento, gratitud y admiración por todos los que, de una forma u otra, ejercéis la noble y delicada vocación de servicio en favor de nuestro pueblo.
Con mi afecto y bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón