En Cartas de nuestro Obispo, General

 

¿Quién podía sospechar las gracias que el Señor me tenía reservadas en esta última etapa de mi vida! Aquel 9 de diciembre de 2014, a pesar de mis recelos y miramientos, presentí que el Señor me invitaba, por mediación del Papa Francisco, a abandonarme por entero a Él y confiar exclusivamente en su GRACIA

Al mirar hacia atrás siento vértigo cuando constato cómo Dios me ha ido llevando de su mano a través de la singular mediación de los sacerdotes de esta diócesis martirial y de los misioneros que, de allende los mares, comparten nuestra tarea evangelizadora; de cada una de las comunidades religiosas, de vida activa o contemplativa; y de tantos laicos que se han ido sumando a este proyecto pastoral, tan inusual como ilusionante, que trata de atraer a todos hacia Él para que nadie se pierda y puedan llegar al conocimiento de la VERDAD con mayúsculas.

Vine con la ingenuidad de quien no sabe absolutamente nada, consciente de que me enseñaríais a ser el pastor que Dios soñaba y que vosotros necesitabais. Cuántas lecciones de vida han quedado grabadas a sangre y fuego en mi alma al recorrer cada pueblo y tratar de acoger, escuchar y confortar a unos y a otros. Juntos hemos ido aprendiendo a distinguir y respetar la singularidad de cada persona, de cada pueblo, de cada comarca y hemos tratado de poner al común lo mejor que Dios había puesto en el corazón de cada uno de los hijos del Alto Aragón.

Seis años y medio llevamos, no sin dificultades ni tropiezos, articulando esta obra coral. Hemos intentado armonizar y hacer converger todas las vocaciones y estados de vida para llegar a ser una única y gran familia, una orquesta, en la que se visibilice la ternura de Dios en nuestra tierra. Presiento, no sin temor ni temblor, que un nuevo modo de ser persona, de ser creyente, de sentirse Iglesia, corresponsable y comprometida con los más desfavorecidos, está emergiendo en nuestras pobres y exiguas comunidades cristianas donde lo más importante no es lo que hacemos,
sino lo que realmente somos, esto es, mediación privilegiada para que cada uno experimente la ternura y la caricia de Dios que sana y redime.

Creo que uno de los «milagros» que Dios ha obrado en nuestra Diócesis es esta nueva estructura pastoral, acorde a nuestras circunstancias actuales, que nos va a permitir impulsar comunidades cristianas más misioneras, más vivas y evangelizadoras, merced a diferentes «equipos en misión» integrados por uno o varios sacerdotes, algunos consagrados, donde los haya, y un significativo número de animadores de la comunidad laicos.

Ojalá que el Señor que trastocó mis planes para que viniera a esta «tierra de testigos» como «apóstol de calle» me permita amaros y serviros hasta entregar mi vida por vosotros como si de un «martirio incruento» se tratara.

Con mi afecto y bendición,

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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