El próximo 19 de marzo celebraré mi 42 aniversario sacerdotal. Muchas veces me habéis preguntado cómo supe que Dios me llamaba. Después de mucho tiempo, he descubierto cómo Dios se las ingenió para seducirme y enrolarme en la panda de sus amigos. Os cuento cómo fue. En un encuentro de vocaciones pusieron un vídeo con el que me sentí totalmente identificado. Aparecía un niño de 9 o 10 años, la misma edad a la que yo fui al seminario, que decía con gran convicción:
“Cuando yo era pequeño soñaba con:
* Salvar vidas humanas (y simulaba —disfrazado de bombero— cómo ayudaba a los que se encontraban atrapados en un incendio);
* Cuidar a las personas (y simulaba —disfrazado de médico— cómo atendía a los enfermos en un hospital);
* Desvelar las potencialidades de cada uno (y simulaba — disfrazado de maestro— cómo enseñaba a otros niños en una escuela rural);
* Ayudar a los demás a ser libres (y simulaba —disfrazado del Zorro— cómo defendía las causas justas de los más desheredados);
* Jugar a ser mayores (y simulaba —disfrazado de padre— cómo acompañaba a su esposa embarazada al hospital para dar a luz);
* Llegar al cielo (y simulaba —disfrazado de astronauta»— elevarse por encima de la tierra hasta llegar a lo más alto);
* Descubrir tesoros (y simulaba —disfrazado de pirata— cómo surcaba los mares en busca de nuevas fortunas), etc…
Cuando era niño anhelaba con llegar a ser un hombre… Hoy, soy todo eso. Soy SACERDOTE.”
Y aparecía su rostro, vestido de clerigman.
Los creativos de este breve y sugerente spot publicitario han logrado ofrecer la verdadera identidad del sacerdote, del «pescador de hombres» que Jesús anda buscando entre los jóvenes de nuestra Diócesis. El sacerdote, tiene un poco de bombero (¡cuántos «fuegos» me ha tocado ayudar a «apagar» para que nadie se quemase!); de médico (¡cuántas «heridas» he tenido que suturar para que nadie se «desangrase» ante el desamor, la envidia, el rencor, el egoísmo…!); de maestro (¡cuántas «lecciones de vida», sin palabras, he dado o recibido de tantos, especialmente de los mayores, de los más jóvenes o de los niños!); de zorro (¡cuántas «injusticias» he tenido que detectar y denunciar para salvaguardar la dignidad de todos); de «padre» o «madre» ante la orfandad creciente que hoy experimentan tantos jóvenes en esta paradójica sociedad del bienestar que les hemos regalado los mayores; de astronauta cuyo ideal es conducir a todos hasta el «cielo» donde se vislumbra la vida desde otras coordenadas que la llenan de sentido y plenitud; de pirata para poder acompañarte en la conquista del único y verdadero tesoro de tu vida: JESCURISTO.
Con mi afecto y bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón