En Cartas de nuestro Obispo

Continúo esta semana enumerando las razones por las que los veintiocho sacerdotes a los que he tenido que cerrar los ojos fueron escogidos (no por ser los mejores), llamados (sin mérito alguno) y enviados (por pura gracia de Dios) para colaborar con el Señor y ser:

  • Generadores de esperanza. En un mundo tocado por la desesperanza, el desencanto, el vacío interior, ante la minusvaloración de la fe… estos hombres fueron signo de esperanza con su anuncio salvífico de liberación. Ayudándonos a descubrir que Dios no hace basura. Con su utopía fueron capaces de recrear la fraternidad. Trataron de ser puente entre el hombre y Dios, alimento y reconciliación para el pueblo, buena noticia. Tuvieron gancho y vigor interior para estimular las ganas de vivir, la alegría y la esperanza dormida de su pueblo. Entendían que la mayor estafa era dejar de ofrecerles, por cobardía, comodidad o complejo, miedo o dejadez, la buena noticia del evangelio;
  • Testigos de valores trascendentes. Ante este mundo tecnológico y científico que hemos vivido, donde nos hemos sentido enganchados, atrapados, acorralados. Ante un tiempo donde sólo se cree lo que se ve o se palpa, teniendo una visión miope que se agota en lo inmediato… estos hombres nos han ayudado a descubrir un mundo donde emergen otros valores superiores que nos permiten mirar más alto, con más profundidad, descubrir las coordenadas invisibles de nuestra existencia, trascender la vida.
  • Contestatarios de una sociedad erotizada donde se profesa una idolatría sexual sin freno ni conciencia. Frente a un mundo que tiene la persuasión de que sólo teniendo relaciones sexuales uno se realiza y es feliz… estos hombres han tratado de expresar, no sin errores o caídas, que sin sexo se puede vivir, sin amor, en cambio no. Muchos coetáneos creen que renunciar al amor sexual es renunciar a la vida. José María Cabodevilla reflejó de forma soberbia el valor de la virginidad de los sacerdotes que no es, como muchos creen, ausencia de mujer sino plenitud de Dios. Y te permite vivir con gran libertad interior, gozo, fecundidad y naturalidad tu vida y tu propio ministerio… No se está dejando algo bueno por algo malo sino por algo más sublime que te trasciende, que te desborda y te permite entender que uno deja de ser esposo para llegar a ser en plenitud hermano, padre y amigo de todos, amando sin medida especialmente a los que la sociedad les ha privado de rostro y dignidad.

Termino con esta frase de Paul Claudel en un librito precioso titulado “La Anunciación”, donde expresaba magníficamente el misterio que se esconde en esta vocación sublime: “No concierne a la piedra elegir su lugar en la construcción sino al maestro de obra que la ha escogido”. Dios nos llama a todos a la vida, a compartir su amistad (gracia), a colaborar con Él. Descubrir las cualidades con que Dios te ha adornado y ponerlas al servicio de los demás es el juego al que Dios mismo te invita. A mí toco, sin mérito alguno, poderos servir como vuestro padre y pastor. Ojalá sepa secundar plenamente el sueño que Dios tenía con mi vida y ministerio.

A cada uno de estos veintiocho hermanos que ya viven en el Señor, nuestro reconocimiento emocionado y agradecido.

 

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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