En Cartas de nuestro Obispo

¡Cómo poder corresponder diocesanamente a tanta GRACIA recibida por medio de María! ¡Cómo no agradecerle que nos haya regalado el don de mirar la vida con los ojos de Dios! ¡Cómo no celebrarlo y festejarlo desde el sentimiento más profundo de gratitud y al mismo tiempo ofrendando nuestra vida como carta de Dios para quienes todavía no lo conocen o dudan de Él!

Permitidme que hoy alce mi voz junto a la vuestra para dar gracias a Dios por ser hijo de tan buena madre, nuestra patrona: la Virgen de El Pueyo. Nuestra Señora de El Pueyo, patrona de la Diócesis de Barbastro-Monzón, tiene su trono en la cima de un monte cercano a Barbastro. El santuario fue construido después de la aparición de la Virgen en 1101, un año después de la conquista de esta ciudad a los sarracenos.

Balandrán, según cuenta la tradición, pastor que apacentaba su rebaño en El Pueyo, observó extrañado un resplandor que emergía de entre las ramas de un almendro. Allí se encontró con la Virgen María quien le pidió que mediara ante el Concejo de la ciudad para que se levantara una ermita en aquel lugar, al lado del almendro. El primer documento histórico que hay es del año 1251: el rey Jaime I (el Conquistador) firmó un decreto por el que, a ruegos de su esposa doña Violante, se establecía una capellanía en la ermita de El Pueyo. San Balandrán, el vidente de la imagen de la Virgen, ordenado sacerdote años más tarde, sería el primer capellán de la ermita. Aquella ermita, con su espadaña y su esquilón (campana), se quedó pequeña ante la afluencia de romeros que acudían a visitar a la Virgen. Se construyó un templo románico, que más tarde daría lugar a otro más grande de estilo gótico, hasta que en 1680 el santuario fue agrandado y remozado.

En el año 1889, después de un sinfín de avatares por el tema de una desamortización que nunca llegó a realizarse y debido a la valiente oposición de muchos barbastrenses, se estableció en el santuario una comunidad de benedictinos. Los monjes cumplieron su cometido de un modo ejemplar: vivieron a fondo su espiritualidad monacal, convirtieron el monasterio en un centro de espiritualidad, atendieron exquisitamente a los peregrinos que acudían a él, cuidaron el edificio y arreglaron los accesos. Este monasterio contribuyó con sus vocaciones al sostenimiento de florecientes misiones en Filipinas y en Australia.

Con la persecución religiosa de la primera mitad del siglo pasado, en la que fueron martirizados 18 monjes, el monasterio quedó truncado. La comunidad de claretianos estuvo hasta el 2009 dejando su relevo a los actuales monjes del Instituto del Verbo Encarnado.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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