En Cartas de nuestro Obispo, General

Al querer reflexionar sobre el cuadro evangélico de la anunciación mi primer sentimiento es el de permanecer en silencio. Siento miedo de hablar pues en la anunciación está todo el MISTERIO. Os propongo que tomemos simplemente la frase final: «Dijo entonces María: ‘He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra’» (Lc 1,38).Estas palabras expresan una conciencia de relación. A simple vista resultan problemática pues parecen darnos a entender una relación servil…, sin embargo, desde el con-texto espiritual bíblico del que se desprenden, comprendemos que indican algo mucho más tierno y al mismo tiempo profundo. Las palabras de María son la respuesta a la expresión que leemos en Isaías 42,1 «he aquí mi siervo, a quien protejo; mi elegido, en quien mi alma se complace»…

María enmarca su respuesta en las predilecciones de gracia y de misión en que se colocaba la figura del Siervo de Yahvé. Su conciencia es la del misterioso siervo, a quien Dios ama y elige para llenarlo con su Espíritu. Vive la triple con-ciencia:

? de su relación personal de entrega a Dios;

? de la expresión coral de un pueblo;

? de la responsabilidad hacia todo aquello que es humano.

Llegados a este punto podríamos detenernos y preguntarnos:

? ¿Cómo concibo mi vida? ¿Tengo la conciencia de esta relación de dependencia, que es la que en definitiva diversifica la opción humana?

? ¿Tengo conciencia de pueblo?

? ¿Qué conciencia tengo de los pueblos? Conciencia misionera.

Reflexionemos ahora sobre la expresión final, que más que un sí… es una gozosa y afectuosa aceptación: «hágase en mí según tu palabra»… El verbo es optativo, desiderativo, expresa un sí que se dice con todo el corazón (aun consciente del espíritu de sacrificio que conlleva la entrega a Dios, dando a su vivir el significado de un acto de amor: en esto está el sacrificio por excelencia).En la eucaristía, el sacrificio del altar es relativo al del Calvario y sitúa a quien participa en él con amor en la Pascua de Jesús. Toda nuestra vida, como sacrificio cristiano, está por tanto, en relación con la eucaristía, la cual, a su vez, está en relación con la cruz, sacrificio perfecto, entrega total de Cristo-hombre a la voluntad y al amor del Padre, y capaz de atraer hacia sí a toda la humanidad.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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