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Nuestra Diócesis de Barbastro-Monzón atesora una historia casi milenaria, desde que en 1099 el obispo san Poncio se sentara en la silla episcopal de Barbastro-Roda, hasta la recuperación de su integridad, hace 27 años, constituyéndose como Diócesis de Barbastro-Monzón. Durante todo este tiempo sobresale el tesón de sus habitantes por la defensa de su sede episcopal. Tras la Guerra Civil, asolado el clero, sus religiosas y religiosos con los fieles laicos, nuestra diócesis quedará inmortalizada eclesialmente como diócesis martirial, tierra de testigos, “cátedra elocuente que enseña a morir de pie, entre el canto y el perdón, a los testigos del evangelio” como sentenciara el 15 de noviembre de 1992 el cardenal Aquilino Bocos, entonces Superior General de los claretianos, en la Catedral de Barbastro, al dar gracias a Dios por los 51 beatos mártires claretianos.

Nuestros mártires no son héroes míticos. Son hombres y mujeres de carne y hueso como nosotros, nacidos en nuestros pueblos, con rostro y nombre, que fueron capaces, pese a su frágil condición humana, de seguir a Cristo y de entregar su vida por atestiguar la verdad del Evangelio. Los mártires no apostaban por la muerte sino por la vida. Y ellos nos evocan, con su muerte, una cultura muy diferente a la que el mundo hoy nos ofrece para ser felices, libres, plenos y fecundos.

Se puede perder y sin embargo ganar. Esta fue su gran lección. No les quitaron la vida, la ofrecieron como Cristo por la salvación de sus hermanos. Nuestra diócesis, aunque rural, pequeña, envejecida y despoblada, como tantas otras, se siente urgida a perpetuar este legado de vida. Y nuestro martirio, aunque hoy sea incruento, no por ello resulta menos arduo, delicado y doloroso, aunque necesario y urgente. Un buen exponente lo tenemos en la actitud valiente y perseverante de tantos padres o educadores cristianos (profesores de religión) que quieren ofrecer los valores que nos legó Jesucristo y tienen que sortear tantas trabas legislativas como indiferencia social o respeto humano para que se adecúen al marco legal.

Nuestro martirio incruento exige fidelidad y coherencia para que ninguno de nuestros hijos se pierda por nuestra mediocridad, respeto humano o cobardía. Felicito a todos nuestros curas, animadores, consagrados y laicos voluntarios en cada una las 8 unidades pastorales por su compromiso en la humanización de nuestra sociedad para que todas las personas que buscan a Dios puedan encontrarlo.

Cómo me enorgullece pensar que la reestructuración geográfica y pastoral que estamos impulsando pueda contribuir a que nuestras 250 parroquias, en pueblos en los que viven dos o tres familias, la del sacerdote y la de los diferentes agentes de evangelización sea la única visita que reciben los vecinos. Este es nuestro gran desafío, llegar a cada una de las personas y ofrecerles los mismos valores que recibimos de nuestros padres y abuelos. Estar a su lado, quererles y ofrecerles humildemente nuestro servicio pastoral.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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