En Cartas de nuestro Obispo

Todavía resuenan los ecos de emoción y esperanza contenida vividos en la catedral de Barbastro el pasado día 6 de noviembre. Nuestra Diócesis volvía a reanudar su adviento martirial, tiempo de gracia y esperanza hasta el día en que podamos venerar en los altares a los 252 mártires, testigos del Alto Aragón oriental. El hermoso testimonio que el beato Florentino nos dejó desde el trayecto de la puerta de la cárcel hasta el camión para conducirlo a la muerte podría servirnos para inaugurar nuestro año litúrgico:

– “Hermosa noche para mí. Voy a la casa de mi Padre”.
– “Se ve que no sabe dónde los llevamos”, comentaron los milicianos
– “Lo sé. Me lleváis a la gloria. Yo os perdono. En el cielo rogaré por vosotros”, apostilló nuestro pastor, consciente de celebrar con el Señor su dies natalis de manera inminente.

Los cristianos, como nos recordaba San Bernardo, no sólo conmemoran el recuerdo entrañable de su primera visita o se preparan para su visita definitiva al final de los tiempos sino que celebran y actualizan cada año la visita de Dios al mundo, a tu país, a tu diócesis, a tu ciudad o a tu pueblo, a tu familia, a tu hogar, a tu corazón… Durante este tiempo de adviento martirial, de la mano de Isaías, de Juan el Bautista y de María os invito a adentraros en el gran misterio del amor, como vivieron nuestros mártires: «Dios se ha hecho tú para que tú seas Él allí donde te encuentres»,
dando la vida si fuera preciso.

En el evangelio de Mateo se describe la figura de Juan Bautista como la de un profeta auténtico y coherente. Su lenguaje, su atuendo, su menú y su hábitat hablan de un hombre carismático y exigente, el primero en vivir el mensaje de conversión que proclamaba, sin descafeinarla. La disposición previa para el cambio total que exige la conversión es saberse frágil, vulnerable, humilde, necesitado del bálsamo (perdón) de Dios… Justo lo contrario de lo que hacían los dirigentes del pueblo (fariseos, saduceos, escribas, letrados, sumos sacerdotes, etc.) que buscaban su propia coartada aunque, a la larga, fuera descubierta y desenmascarada.

Necesitamos convertirnos continuamente del pecado que anida en nuestro corazón y así poder preparar la llegada del Señor a nuestra vida y vivirla con coherencia, ser altruistas, generosos,  humildes, pacíficos, castos, serviciales, acogedores, sinceros, testigos de la esperanza.

Es hora de espabilarse / de despertar del sueño. /Ya es hora de abrir los ojos / de ver la luz./ Ya es hora de levantarse / de reconocer la aurora./ Ya es hora de contemplar la salvación / de percibir lo nuevo./ Ya es hora de descubrir la presencia de Dios / de aceptar la salvación. Ya es hora de hacer un sitio a Dios / de acoger la salvación./ Ya es hora de romper el miedo / de atravesar el túnel y dejar la noche./ Ya es hora de mirar con esperanza / de despertar. La luz del día está encima.

¿Qué signo de esperanza eres tú para el mundo?

¿Qué signo de esperanza descubren en tu vida?

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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