En Cartas de nuestro Obispo, General, Notas de Prensa

Quiero compartir con vosotros un fragmento de la homilía que el pasado 6 de noviembre predicó en Fraga nuestro arcipreste del Bajo Cinca, José Huerva, en la fiesta de los Mártires del siglo XX. Merece la pena detenernos en su lectura, reflexionar y hacer nuestras sus palabras:

“Nuestros mártires hacen presente en nuestro espacio y tiempo actual el amor de Dios, manifestado en la cruz de Cristo. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos y fortaleza de todos los creyentes. (…) La muerte martirial es una desgracia para los que no creen, pero supone la máxima felicidad y plenitud para el creyente. La muerte cruenta es consecuencia de una vida entregada a Cristo y a los demás. Pero además del martirio que hoy celebramos, existe el martirio del creyente en la vida de cada día.

Podríamos definir al mártir como el que ama al prójimo sin condiciones en medio de las contrariedades, de la persecución, las ofensas y de la misma muerte; el que comulga existencialmente con Cristo en la cruz: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’. El mártir sabe bien lo que es el perdón de Dios porque es un pecador perdonado.

El mártir se va haciendo día a día, hasta que su corazón queda totalmente purificado hasta el punto de que no le afecta, ni le infecta el veneno de la violencia del mal. El mártir dice: tú me odias, me insultas, me calunmias, me persigues, yo en cambio te bendigo, rezo por ti y te amo con el mismo amor que Cristo me ama. El testigo de Cristo, no mira si la persona se merece o no su amor, sino que como él, mira sus necesidades. La misma naturaleza da testimonio del amor incondicional de Dios: un rosal exhala su perfume a todo aquel que se acerca a él, incluso a los que van a cortar sus rosas ,y éstas siguen perfumando después que se les ha quitado la vida.

El mártir en la vida de cada día es el que se da cuenta, como San Pablo, que el amor de Cristo es más dulce y más poderoso que todas las adversidades de la vida; el que sabe que aunque le quiten todo, incluso la misma vida, no le pueden apartar de la dulzura del amor de Cristo, anticipo de la gloria eterna.

El mártir vive con alegría el ser trigo de Cristo, alimento de amor sin condiciones para los demás; es consciente que la vida sólo tiene sentido si es una vida para los demás; la entrega al servicio de los que más nos necesitan la vive como la verdadera ganancia; en esta dinámica de entrega vamos perdiendo todos los miedos que nos esclavizan porque se anticipa la gloria del cielo; la muerte se convierte en un encuentro con el Amor de los amores, se convierte en el sacramento de la entrega suprema. Ser mártir en la vida de cada día, es mostrar y vivir el ser de Dios que es amor; es la convicción inquebrantable de lo que nos dice el Señor Jesús: que ganar la vida por el egoísmo es perderla y perderla por amor Jesús y su evangelio es ganarla.

El cristiano o es mártir, o no es cristiano; porque está llamado en la vida de cada día a ser testigo del amor de Dios, manifestado en Cristo-Jesús, pues mártir significa testigo”.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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