En Cartas de nuestro Obispo, Notas de Prensa, Obispo de Barbastro-Monzón

Jamás imaginé la fuerza, la garra, la frescura, la actualidad… que podía tener este adverbio de tiempo hasta que pude desvelar el verdadero sentido que tiene lo que celebramos en la liturgia.

Aunque nos encontramos a dos mil años de distancia de aquella primera navidad, HOY, al celebrarla en el altar y prolongarla en la mesa familiar cada año nos adentramos en el gran misterio del amor, en la Encarnación del Hijo de Dios. No estamos sólo evocando, recordando o recreando un acontecimiento que tuvo lugar en el pasado, como me explicaba D. Bernardo Velado, uno de los mejores liturgistas españoles, sino que HOY actualizamos la MISMA SALVACIÓN que acaeció entonces en la vida de los que se encontraron con el niño Dios en el portal de Belén.

Tú y yo somos unos privilegiados porque la podemos celebrar HOY con mayor realismo, hondura, intensidad y proximidad a Cristo mismo, si cabe, que la de sus propios coetáneos que, como muy bien se refleja en la Escritura, mostraron signos inequívocos de duda, desconfianza, miedo, temor, desconcierto, huida, cobardía, respeto humano…

Esta actualización litúrgica del Misterio de la Encarnación que celebramos HOY es de carácter sacramental, es decir, no sólo nos llega la salvación sino que el mismo acontecimiento que fue histórico se actualiza ahora por medio del sacramento de la Eucaristía que estamos celebrando. Cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras sagradas, es Navidad. Dios emerge sacramentalmente en el altar, en tu vida.

Es verdad que los creyentes tenemos diferentes modos para «templar el alma»: la Escritura, la oración personal o comunitaria, la meditación, las novenas, las romerías, el rosario, las devociones, los ejercicios espirituales, la piedad popular, las celebraciones… Además han proliferado diversas sensibilidades espirituales (espiritualidades), sin embargo la celebración litúrgica se constituye como básica y fundamento, de todos y para todos, es la espiritualidad oficial de la Iglesia.

La liturgia, con palabras del profesor Romano Guardini, es como jugar delante de Dios (expresar lo que creemos y vivimos). El sacerdote que preside hace presente, visible y sensible a Cristo. Todo lo demás, los símbolos, las rúbricas, los cantos, etc., son mediaciones que nos preparan para el gran Encuentro ante el Misterio, Dios se ha encarnado.

Las celebraciones de estos días nos van a adentrar en el gran Misterio del Amor, ayudándonos a presagiar y vislumbrar, por una parte, la alegría del nacimiento del Niño Dios y, por otra, la razón de ser de su venida, morir en la cruz por la salvación de la humanidad. Son como las dos caras de una única y misma moneda. Siempre que voy a Roda de Isábena me llama la atención, aunque artísticamente no sé si guarda relación o no, la cuna del niño que se asemeja a un ataud y su envoltura que muy bien podría evocar el sudario de su embalsamamiento.

Cada gesto, cada palabra, cada rúbrica trata de acercarnos a Cristo, de hacerlo presente. La Asamblea convocada en su nombre, la Palabra, el Altar, el Sacerdote (revestido = actúa en lugar de)… lo representa propiamente.

Cómo me gustaría que siguiendo las huellas de San Francisco hace 800 años en Greccio montases tu belén y eligieras el personaje que crees te ha tocado hacer en el belén de tu vida. Recrea el lugar, la situación y sustituye al personaje del relato. Te invito a vivir cuasi sacramentalmente en tu hogar, en primera persona, aquel momento fascinante de la llegada de Dios a tu hogar para que pueda reinar en el corazón de cada uno de los integrantes de la familia.

Ahora entenderás por qué este curso el equipo de la Delegación de Celebración, donde se ha integrado a los animadores de la comunidad, han querido ayudarnos a toda la Diócesis de Barbastro-Monzón a entender, vivir y amar la Eucaristía, esto es, a «eucaristizar» la vida o bien a hacer de tu vida una Eucaristía viva, actualizando el misterio que celebramos.

¡Déjate sorprender ante el Misterio!

¡Descubre y celebra HOY la verdadera Navidad!

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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