En Cartas de nuestro Obispo, General

La Cuaresma es contemplada en los Prefacios de la Misa desde una triple perspectiva: anhelo de la Pascua, tiempo de gracia y camino de un nuevo éxodo. Voy a comentar hoy los dos primeros aspectos:

 A) Anhelar la Pascua
Con el Prefacio I, rezamos: ‘Por él concedes a tus hijos, anhelar año tras año, con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua…’. He ahí la primera dimensión de la que debemos tomar conciencia y ‘saborear’: que anhelamos la Pascua, centro de nuestra fe cristiana. La Pascua es lo que actualizamos cada día en la Eucaristía, porque en ella celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Todos recordamos cómo Jesús se dirigió hacia Jerusalén, donde celebraría la Pascua, haciendo el bien, anunciando la Buena Noticia, cumpliendo la voluntad de su Padre, preparándose y estando a la altura de su misión. Así, en este tiempo de Cuaresma, somos animados a anhelar la solemnidad de la Pascua.

B) Tiempo de gracia y de renovación 
Con el Prefacio II rezamos: ‘…has establecido generosamente este tiempo de gracia’. La Cuaresma es contemplada como ‘tiempo de gracia’. Más que unas semanas de muchos trabajos e inquietudes pastorales, la liturgia nos descubre la dimensión profunda de la Cuaresma: ‘tiempo de gracia’, tiempo de encuentro especial con el Señor, porque la gracia es Jesucristo. Sólo gustando esta afirmación del segundo Prefacio nos bastaría para vivir la Cuaresma y nos haría un gran bien. Pero continúa el Prefacio: ‘…para renovar en santidad a tus hijos’. Tiempo de gracia, por tanto, con una finalidad específica: vivir de forma renovada en santidad. Juan Pablo II escribió al comienzo del tercer milenio. ‘La perspectiva en que debe colocarse el camino pastoral es el de la santidad’ (NMI 30). Y, más adelante, escribe: ‘sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según la ética minimalista y una religiosidad superficial (NMI 31). Nuestra vida cristiana es una reiterada llamada a la santidad, que tiene en el Bautismo la primera gran convocatoria. Somos consagrados por el Bautismo, muchos también por el sacramento de la Confirmación y otros por el sacramento del Matrimonio o del Orden sacerdotal.

Con mi afecto y mi bendición
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón

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