En Reflexión Dominical

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35):

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Palabra de Señor

En la celebración del quinto domingo de pascua, nos encontramos con la principal de las enseñanzas de Jesús, la que él repetía cada día a sus discípulos, buscando que de ninguna manera la llegaran a olvidar.

Jesús sabía desde el comienzo, lo que había en cada uno de sus discípulos,  llamó a los que él quiso, es decir escogió lo mejor que encontró en los alrededores del lago del Galilea, sin embargo allí no había mucho para escoger, eso se lo recordaban con frecuencia sus opositores cuando preguntaban: ¿puede salir algo bueno de Galilea?

Todos los discípulos nacieron y crecieron bajo el pensamiento judío, todos estaban preparados para aplicar la ley del talión, todos sabían de memoria que estaba mandado odiar a los enemigos y de hecho iban preparados para usar la espada, como es el caso de Pedro. Y a pesar de su mentalidad Jesús confió en ellos para encomendarles una tarea totalmente contraria a su manera de pensar, a ellos entregó el mandamiento nuevo, el mandamiento capaz de transformar el mundo no con la fuerza de la violencia, ni del odio, sino con la delicadeza del amor.

En el momento de la cena de despedida, lo repitió una vez más con angustia e insistencia, casi sus últimas palabras fueron: “Hijos míos me queda poco para estar con vosotros, os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado”. Es la despedida propia de alguien que se va y aun yéndose teme que sus seguidores olviden lo más importante y se dediquen a las cosas secundarias, o a cosas totalmente contrarias.

La existencia de los cristianos solo se justifica por la novedad del amor, por la forma de amar es que nos debe identificar el mundo, ninguna otra señal debería servir para que el mundo nos conozca y esto implica un gran esfuerzo de parte nuestra, puesto que el amor no hace mucho ruido, no hace noticia y por el contrario el mal ocupa páginas enteras y es capaz en un segundo de regarse por todo el planeta, tenemos un reto difícil, pero no imposible, puesto que nuestro maestro ya lo superó, hablando con el lenguaje de los hechos.

Para nosotros los seguidores de Jesús es muy triste cuando alguien afirma: que la iglesia, es poderosa, es rica es autoritaria y  otras connotaciones de este estilo. Es una pena que aún se nos conozca por algo tan contrario al mandamiento principal que nos enseñó el Señor. La única característica válida para que nos conozcan es el amor, ojalá el mundo entero siguiera refiriéndose a los cristianos como se dijo en los primeros siglos de nuestra era: “mírenlos como se aman”.

Nosotros los seguidores de Jesús estamos en el mundo primero que todo para cumplir el mandato del amor y no cualquier clase de amor, se trata de amar como él nos ha amado y nos sigue amando, es el amor de entrega total y sin condiciones el que debemos a todos  los demás, no solo a los que nos aman, también y muy especialmente a los que no nos aceptan, eso  hizo nuestro maestro y nosotros somos apenas los continuadores de su obra de amor en el mundo. Rafael Duarte Ortiz

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