En Reflexión Dominical

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Palabra del Señor

Hemos llegado al vigesimosegundo domingo del tiempo ordinario, y hoy nuestro maestro, directamente se dedica a corregir nuestros errores y a motivarnos para que asumamos sus criterios y los hagamos parte de nuestra vida.
El evangelio de hoy nos ubica dentro de una comida muy especial, ofrecida por uno de os principales fariseos, un sábado, día en el que servía una comida preparada con mucho detalle desde la víspera, ya que en sábado no se podía cocinar. En aquella mesa, Jesús se vio rodeado de fariseos y maestros de la ley, los más ricos e importantes de la región, que después de asistir a la sinagoga, solían reunirse para comer juntos y de paso el anfitrión aprovechaba para quedar como un rey, delante de sus invitados.
Jesús fue invitado, de manera excepcional, San Lucas nos dice, que lo hicieron con el propósito de espiarlo; no estaban sus amigos, puesto que los pescadores galileos no tenían sitio allí, ya que no eran de la clase social de los fariseos. Jesús rompió el protocolo de aquella gran comida y empezó a corregir, tanto a los invitados como al que lo había invitado, a los unos por estar buscando los primeros puestos y al otro por haber invitado únicamente a sus amigos ricos.
La corrección de Jesús, tubo que doler como una bofetada, sin embargo ninguno se atrevió a abrir la boca para defenderse, prefirieron callar a contradecirlo, nada les hubiera impedido decir: “a ti que te importa a quienes invitemos a comer, o en que puesto nos pongamos”, se sintieron culpables, callaron y seguramente después salieron a murmurar contra él.
Esto que acabamos de escuchar no está escrito a manera de anécdota, ni se puede ver solo como un hecho histórico, está para aplicarlo directamente a nuestra vida, hoy nosotros y la sociedad actual somos tanto los invitados como los invitadores. La lucha por los primeros puestos a costa de lo que sea, y la exclusión de los pobres, se ha convertido en el pan de cada día, hoy más que nunca nos convencemos desde muy pequeños, que somos los más importantes y así mismo asumimos que los que nada tienen nada valen.
En este momento, además de la corrección de Jesús, hemos de escuchar la corrección del Papa Francisco desde Lampedusa, diciendo: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Es Jesús mismo, el que nos apunta con el dedo, para hacernos ver en que puesto de la mesa estamos acomodados, y para que comprendamos a cuántos hermanos estamos excluyendo, sencillamente porque son pobres. Lo que espera el Señor de nosotros, es que asumamos sus criterios y con ellos participemos en la construcción de un mundo más justo. Ante esta acusación que nos hace el Señor, por no estar practicando sus enseñanzas, tenemos que reaccionar y esforzarnos por cambiar nuestra manera de pensar y de actuar, en lugar de salir a murmurar como hicieron los fariseos en aquella comida. El puesto que nos corresponde es el de servir, servir a los pobres y excluidos. Rafael Duarte Ortiz

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