En Reflexión Dominical

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EL BAUTISMO DEL SEÑOR (Mt 3, 13-17)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,13-17):

EN aquel tiempo, vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
Jesús le contestó:
«Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia».
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
Y vino una voz de los cielos que decía:
«Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».

Palabra del Señor

Celebramos hoy la fiesta del bautismo del Señor, y nos encontramos ante una consecuencia exigente. Jesús fue bautizado para recibir el Espíritu Santo y empezar su misión salvadora; y nosotros: ¿para qué hemos sido bautizados? Jesús vivió su niñez y su juventud en medio de su familia, aprendiendo del ejemplo de José y de María, la obediencia a Dios Padre. Vivió en un pequeño pueblo llamado Nazaret, en la región de Galilea, donde era conocido como el hijo del carpintero. Allí permaneció aproximadamente hasta el año 28 de nuestra era, y cuando comprendió que era el momento de empezar su misión, se dirigió a la orilla del rio Jordán, donde se encontraba Juan bautizando y a pesar de que Juan intentara disuadirlo, se hizo bautizar y comenzó su misión del anunciar el Reino de Dios con hechos y palabras, asistido siempre por el Espíritu Santo que ese día descendió sobre él para confirmarlo como el hijo predilecto de Dios. Desde ese momento la iglesia naciente comprendió que el bautismo convierte a cada bautizado en un nuevo misionero que tiene el encargo explícito de anunciar la Buena Noticia del Señor, por los diversos lugares del mundo. Por eso en este día recordamos con insistencia, que cada uno de nosotros al hacerse cristiano, lleva sobre sus hombros la responsabilidad de ser un apóstol del Señor. Esto nos lo está recordando en cada una de sus intervenciones el papa Francisco cuando nos ha dicho que somos una iglesia en salida conformada por apóstoles de calle, dando a entender que el lugar propio para ejercer nuestro apostolado es el mundo entero, la calle, el lugar de trabajo, o cualquier sitio donde nos encontremos. Si por un momento miramos hacia nosotros mismos, y examinamos a conciencia nuestra misión como bautizados, necesariamente llegamos a la conclusión, que no la hemos tomado, con toda nuestra decisión; nos está faltando ese empuje que nos lleve a vivir y a dar testimonio de lo que creemos, nos está faltando fuerza para ejercer como apóstoles de calle y dinamizar la iglesia en salida que nos propone Francisco. Posiblemente alguna vez hemos escuchado decir: “bauticemos a este niño para que se salve”; Pero alguna vez hemos escuchado decir: ¿bauticemos este niño, para que ayude a salvar al mundo? Pues no lo hemos escuchado, porque aún no hemos asumido que con este sacramento, lo que hacemos es comprometernos a anunciar el evangelio. Este es un muy buen momento para anunciar el evangelio, ahora cuando la iglesia católica ha perdido influencia, ahora cuando vivimos en medio de una sociedad no creyente, o no practicante; es cuando tiene pleno sentido anunciar a Jesús, como el único salvador, es en la oscuridad donde se necesita una luz, es en medio de este ambiente no cristiano donde vale la pena ser bautizados y ayudar a salvar al mundo, del materialismo y el egoísmo en el que ha caído. Hoy día del bautismo del Señor, es un día precioso para que cada uno de nosotros asuma la misión salvadora de Jesús y con plena conciencia y libertad le diga: Aquí estoy Señor, envíame que quiero ayudar a salvar al mundo.

Rafael Duarte Ortiz

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