El profundo desasosiego que se ha creado en el seno de tantas comunidades religiosas ha ido llevando al descubrimiento de un nuevo paradigma que intenta expresar la esencia carismática de esa vida religiosa. Esta nueva imagen no presenta aún perfiles muy precisos. Se vislumbra ya, sin embargo, la nueva orientación: el paso de una comprensión y funcionamiento desde la «razón instrumental» a la «razón simbólica».
En la base de esta nueva orientación se halla la comprensión de la Iglesia como «sacramento» (cf. LG 1.9) y la denominación conciliar de la vida religiosa como signo y símbolo (LG 44). A esta luz la vida religiosa se ha ido comprendiendo cada vez más como un cierto «sacramental» cargado en sí mismo de fuerza expresiva, significativa, testimonial.
Para calificarla existe ya una serie de términos cuyo denominador común es su referencia simbólica: signo, testimonio, profecía, memoria, parábola, representación, símbolo, memoria viviente, etc.
Esta comprensión se halla incorporada ya pacíficamente en la exhortación apostólica Vita Consecrata, en la que se ha enriquecido la terminología con la de «icono» y «epifanía», procedente de la teología oriental: «icono de Cristo transfigurado» (n. 14), «epifanía del amor de Dios en el mundo» (subtítulo del cap. III).
«Parábola» e «icono» son las dos expresiones-símbolos que aparecen hoy como las más adecuadas para designar este nuevo paradigma teológico. Sitúan a la vida religiosa en la línea de la vocación del hombre, de todo hombre, hecho «a imagen de la semejanza» de Dios, icono de él «en cuanto persona y en cuanto comunidad». En ellos se resuelve la paradoja y permanente dicotomía entre la consagración y la misión, entre el ser y el actuar. El ser, la identidad, consiste en significar
Con esta comprensión se libera de esa doble angustia y miedo que paraliza en tantas ocasiones el dinamismo de la vida religiosa: el número y la edad. Lo que importa en esta perspectiva es la capacidad de significar y no el número; lo verdaderamente relevante es ser signo del absoluto de Dios, imagen de Cristo transfigurado, parábola del Reino (nueva humanidad), icono de la Trinidad (comunión de amor). Es decir,
TESTIGOS
1. Testigos de la gratuidad. Personas gozosas que viven la vida como don y gracia, expresando la relatividad de los valores del mundo y denunciando sus idolatrías.
2. Testigos del rostro luminoso de Cristo en los rostros desfigurados de los hombres.
3.Testigos de la humanidad nueva. En total disponibilidad para llevar a cabo el proyecto salvador de Dios en la humanidad.
4. Testigos de la comunión eclesial, apostólica y de la «fraternidad del género humano», como realización histórica y terrena de la comunión trinitaria.
Con mi afecto y bendición
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón