En Cartas de nuestro Obispo

Ir a lo esencial, merced a la gran lección que la pandemia nos ha dado, va a ser el objetivo del nuevo curso. Consolidar, por una parte, la reestructuración diocesana y, por otra, optimizar los recursos humanos que disponemos para intentar ofrecer a todos un adecuado y digno servicio pastoral, tanto humano como espiritual. A lo largo de estos años, no sin esfuerzo ni sacrificio, hemos trabajado, en comunión con los obispos de Aragón, para simplificar la estructura organizativa de nuestra Diócesis, articulándola geográficamente en cuatro arciprestazgos -Sobrarbe y Ribagorza, Somontano, Cinca Medio y La Litera, y Bajo Cinca- y en ocho unidades pastorales -Aínsa-Boltaña, Benasque y Graus, Barbastro, Monzón, Peralta de la Sal y Binéfar, y Fraga-. Además, hemos procurado establecer criterios conjuntos de actuación en cuanto a la gestión y a la animación pastoral.

Así mismo, intentamos que las cuatro dimensiones constitutivas de toda acción evangelizadora, como son la martiría (el anuncio), la koinonía (la comunión corresponsable), la diakonía (el servicio caritarivo) y la leiturgía (la vivencia y celebración de la fe), aglutinasen los diferentes servicios que quedaron inmortalizados en nuestra “baraja de familias”. En ella recogimos más de noventa formas de servir gratuitamente a nuestro pueblo: misioneros, catequistas, educadores, sanitarios, agentes de pastoral juvenil, mensajeros de esta Iglesia en Barbastro-Monzón, sacerdotes, animadores de la comunidad, consagrados, laicos voluntarios, de Cáritas, de Manos Unidas, de Fráter, de medios de comunicación, de mantenimiento y/o limpieza, restauradores, cofrades, organistas, componentes del coro parroquial, lectores, sacristanes, monitores de campamentos, etc.

Y ahora nos proponemos, como ocurre con esas muñecas rusas llamadas matrioskas, que cada comunidad cristiana, movimiento, grupo apostólico, cofradía, etc., por pequeño que sea, contenga embrionariamente la misma esencia, el código genético, y se pueda nutrir con el pan de la PALABRA, con el pan de la COMUNÓN y con el pan de la TERNURA DE DIOS. A lo largo de estos seis años y medio hemos intentado que esta obra coral armonizase e hiciese converger todas las vocaciones y estados de vida para llegar a ser una única y gran familia, una gran orquesta, donde se visibilice nítidamente la ternura de Dios en nuestra tierra. Presiento, no sin temor ni temblor que, como sucediera en la primitiva comunidad cristiana, un nuevo modo de ser persona, de ser creyente, de sentirse Iglesia corresponsable y comprometida con los más desfavorecidos está emergiendo en nuestra Diócesis. Lo más importante no son las cosas que hagamos sino lo que realmente somos, esto es, mediación privilegiada para que cada uno experimente la caricia de Dios que sana y redime.

Con mi afecto y bendición

Ángel Javier Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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