In Cartas de nuestro Obispo

El Papa Francisco tiene razón. Los jóvenes son un verdadero diamante en bruto que bastaría con tallarlo. Qué importante resulta en estos momentos que nuestros hijos tengan personas de referencia con las que puedan abrir su corazón y dejarse tallar, pulir, lima… En ello estamos. Y ya contamos con un grupito de jóvenes adultos que nacidos al calor de la parroquia (monitores de campamento o jóvenes confirmados que se reenganchan), de su grupo o movimiento juvenil (Rasal, Scout, AC), de alguna cofradía, están dispuestos a ofrecer su tiempo conscientes de lo fascinante que resulta cuando ve brillar a cada uno de estos jóvenes con su luz propia. Este es mi único y verdadero anhelo, que cada niño, adolescenteo joven, llegue a descubrir que el tesoro más preciado está en su interior, Dios mismo. Agradezco a todos los jóvenes adultos, profes, catequistas, padres, abuelos marchosos, familias jóvenes, sacerdotes… que os habéis «enganchado» a este proyecto de acompañar, discernir y formar en los valores del Reino a nuestros jóvenes con el único deseo de que sean ellos mismos y puedan llegar a hacer realidad en sus vidas el sueño de Dios, como garantía de autenticidad, libertad, modernidad, plenitud de sentido y felicidad.

Mi gran dolor como pastor en esta Diócesis es constatar ¡cuántos jóvenes, en nuestros ambientes, «se pierden» desgraciadamente por no tener alguien que les quiera, les escuche, los valore, los reconozca, los corrija con el corazón y les ayude a superarse! Muchos, seducidos por voces engañosas, llegan a creerse los «reyes del mambo», es decir, autosuficientes, no necesitados de ayuda ni consejo. Mi pobre experiencia me dice que, lejos de ser más libres y auténticos, a medida que pasa el tiempo, se descubren más frágiles, vulnerables y dependientes porque son los otros los que realmente «les viven la vida». Les hacen creer lo que ellos quieren que vivan, crean o sientan… a cambio de unas migajas de «satisfacción» que muchas veces lo pagan muy caro, incluso con su propia vida (10 personas se suicidan de media en España cada día).

La dinámica terminaba con un rato largo de adoración eucarística donde se invitaba a los jóvenes a depositar la corona que cada uno se había fabricado a los pies del Señor y escribirle al «REY DE REYES» una carta donde expresaran su pesar por haber aceptado tantas veces «coronas de hoja de lata»; donde reflejaran su gratitud por la paciencia y  comprensión que el Señor seguía teniéndoles; y donde manifestaran que Él es su única y verdadera corona, aunque a veces lo olviden o se equivoquen. A diferencia de las coronas que los demás puedan colocarles ésta siempre proporciona alegría y paz interior. Lo más sublime, que sólo perciben los humildes y sencillos, es percatarse del modo de ser y de actuar de nuestro Rey: sin ostentación, poniéndose en nuestro lugar, haciéndonos partícipes de su mismo reinado, que se visibiliza amando y sirviendo a los demás hasta dar la vida por ellos.

¡Quién os iba a decir que a través de la hoja parroquial ibais a tener la oportunidad de dialogar con vuestros hijos! Escuchar es la primera de las actitudes que tenemos que comenzar a trabajar para que vayamos haciendo emerger el diamante que llevan dentro.

Si alguno lo desea, estoy dispuesto a «jugar» en familia con unos y otros a este sugerente juego de coronas.

Con mi afecto y bendición,

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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