Nuestra Cáritas Diocesana vuelve a ser profética. Ha dado en el clavo haciendo saltar la voz de alarma social. Según el estudio que acaba de realizar la Agencia de Colocación BARMON, las mujeres trabajadoras volverán a ser las grandes perdedoras en esta pandemia. Van a ser mucho más vulnerables al ver cómo sus empleos se tornan más precarios todavía. Lo que nos sobrecoge es cómo esta crisis volverá a golpear a las que ya habían sido golpeadas, a las mujeres, fomentando la economía sumergida, exclusión social, desestructuración familiar, etc.
Dicho estudio, coordinado por Cristina Puente y Jana Sanz, concluye que la situación de vulnerabilidad del grupo de mujeres con cargas familiares se va a ver presumiblemente precarizada, dada la destrucción de empleo. Esta pérdida de puestos de trabajo llevará a muchas mujeres a empleos informales y, con ellos, a la pérdida de sus derechos laborales, lo que las hará aún más vulnerables a la marginación, la pobreza y la exclusión social. Además, la masiva solicitud de ayudas del Estado, visto el creciente número de personas desempleadas, dificultará el acceso de todos los que las necesitan. Y si a eso añadimos la inestabilidad por probables cierres puntuales de los recursos comunitarios para la atención de menores, enfermos y ancianos, así como posibles confinamientos eventuales de la población por rebrotes, no cabe duda de que muchas mujeres tendrán grandes dificultades para acceder a trabajos formales con horarios establecidos.
Gracias a esta alerta que nos hace Cáritas, que cada día y en cada crisis trabaja con los más vulnerables, podemos actuar ya en aquello que está en nuestra mano. Os animo a ayudaros, a crear redes de apoyo y/o de voluntarios para sostener a las familias. Porque, no nos engañemos, esta crisis golpea realmente al entramado familiar. La alegría de constituir una familia se ve empañada por los obstáculos que a cada uno de sus integrantes impiden dedicar el tiempo necesario a cada ámbito de la vida. La conciliación debe ser familiar y de ninguna manera se debe contemplar como una tarea solo de mujeres. Esto supone un vuelco social: los mayores nunca pueden verse como una carga que aparcar o de la que prescindir, ni los hijos un lastre que se solucione con la disminución de la natalidad.
Pero no bastarán únicamente las medidas administrativas. Será necesario revertir el orden de la creación que nos ayude a recuperar la dignidad de la persona y el valor de la familia.
Con mi afecto y bendición.
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón