En Cartas de nuestro Obispo

El Miércoles de Ceniza comenzábamos la Cuaresma. Entre los archivos que he conservado de Carlos Mendi, buen amigo y excelente sacerdote, fallecido recientemente, me llamó la atención el que llevaba por título: la Cuaresma a través de los prefacios. Os lo compartiré las próximas semanas. Hoy quiero que captéis cómo la Iglesia estructura la Cuaresma según el Misal Romano. Las dos primeras semanas incide en la conversión y en la penitencia. De la tercera a la quinta semana se resalta la tonalidad bautismal.

El objetivo global de la Cuaresma es la renovación. Y el camino es la conversión del corazón, de la mente y de la conducta mediante la escucha de la Palabra de Dios, el servicio a los hermanos, la penitencia corporal, la limosna, la oración y la radical fidelidad a Dios, como hiciera el Señor en el desierto.

La Cuaresma es más una actitud permanente que un espacio de tiempo. Es un estilo y un modo de vivir como cristiano en el mundo. Brota del discurso del monte de las Bienaventuranzas.

El Evangelio nos habla de la fidelidad de Jesús cuando fue tentado en el desierto. La prueba fue algo natural. Su victoria reafirma su filiación divina y su fidelidad al cometido mesiánico que se le había confiado. Lo más probable es que todo el proceso de las tentaciones fuera interior. Lo fundamental es descubrir el mensaje que encierra este género literario común a los tres evangelios que las narran. El contenido del pasaje puede sintetizarse en estos tres puntos: 1º) la afirmación de que efectivamente Jesús fue tentado al comienzo de su misión apostólica; 2º) el tema de su identidad y de su función mesiánica; y 3º) Jesús las vence merced a la fidelidad a su Padre Dios.

Jesús, a diferencia de otros líderes, no opta, como lo esperaban los judíos y los propios discípulos, por un estilo mesiánico triunfalista sino por su talante de servicio y de entrega al estilo del Siervo de Yahvé que acepta incluso la humillación de la cruz tal como le tenía reservado su Padre. En la agonía de Getsemaní, al inicio de la Pasión de Cristo, se repetirá la misma tentación y la misma victoria: “Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

¿Qué «cáliz» te costaría beber más? ¡Apúralo! En ello te va la vida y la de otros muchos.

 

Con mi afecto y mi bendición

 Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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