Un artista le dijo a su esposa, me voy de casa porque quiero inspirarme para pintar la obra maestra de mi vida. A los pocos días se encontró con una muchacha radiante el día de su boda: ¿qué es lo más hermoso para ti?, le preguntó emocionado. El amor, contestó la joven enamorada sin titubear. Pero, ¿cómo pintar el amor? Luego se tropezó con un soldado: ¿qué es lo mejor para ti? La paz. Pero, ¿cómo pintar la paz? Más tarde conversó con un sacerdote: ¿qué es lo principal para ti? La fe. Pero, ¿cómo pintar la fe? Cansado y decepcionado volvió a casa. Su esposa lo abrazó con tanta ternura que halló el amor y la paz de la que le habían hablado la novia y el soldado. Y en los ojos de sus hijos, cuando lo cubrían de besos, descubrió la fe de la que le había hablado el sacerdote. Fue en su propia casa donde encontró la inspiración que andaba buscando fuera’.
¡Cuántas veces buscamos lejos lo que tenemos tan cerca! ¡Cuántas veces le damos la espalda a la propia casa, a ese hogar donde aprendimos a vivir el amor, la paz o la fe! La familia, como elemento natural y fundamental de la sociedad, sigue siendo un valor refugio, insustituible. Por muchos cambios que la sociedad experimente, y así ha sido a lo largo de la historia, permanece inmutable su carácter angular y trascendente, mucho más allá de su dimensión social, jurídica o económica.
La familia es la primera comunidad, basada en el amor y la libertad, la que transmite la vida y la protege, el referente para la adquisición de valores y normas. Es el lugar donde, de forma natural, aprendemos qué es la convivencia intergeneracional, a respetar a los mayores, cuidar a los enfermos, enseñar a los niños, compartir el pan, consolar al triste, curar las heridas, reír y multiplicar el gozo. Es el espacio de las primeras oraciones, de la semilla de la fe y su fortalecimiento. En familia somos madres, padres, hijos o hermanos, y todos somos corresponsables.
La familia, nos recuerda el papa Francisco, no es una ‘pieza de museo’ sino, todo lo contrario, ‘un tesoro precioso’, una verdadera gracia de Dios. Y eso a pesar de que los tiempos que vivimos la pongan a prueba, cambiando sus modelos y prioridades, muchas veces no por elección, sino por imposiciones externas, sociales e incluso económicas. Hoy la realidad nos dice que ocho de cada diez españoles creen que es más difícil formar una familia ahora de lo que lo era para generaciones anteriores. Las familias necesitan ayuda para lidiar con las nuevas realidades y esta diócesis, familia de familias, da un paso al frente para abrir un proceso participativo que reactive la Pastoral Familiar, y en el que os acompañaré cada semana. Comenzamos hoy, primer domingo de Adviento, un camino esperanzador y gozoso que compartiremos así, en familia.
Con mi afecto y bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón