En Cartas de nuestro Obispo

Cuál es el secreto? Para mí no hay otro secreto posible que el descubrir la dimensión de trascendencia como algo constitutivo de cada ser humano. Pongo, como ejemplo, el discurso que pronunció Bryan Dyson, presidente de CocaCola, el día de su jubilación: «La vida -afirmaba- es como un juego en el que estás «malabareando» cinco bolas. A saber, tu trabajo, tu familia, tu salud, tus amigos, y tu vida espiritual. Debes mantenerlas siempre en el aire. Pronto te darás cuenta que el trabajo es como una bola de goma. Aunque se caiga, rebotará y regresa rá. Pero las otras cuatro bolas: la familia, la salud, los amigos y la vida espiritual son frágiles, como de cristal. Si dejas caer una, irreversiblemente saldrá marcada, mellada, dañada e incluso rota. Nunca volverá a ser lo mismo. Debes apreciar y esforzarte por conseguir y cuidar lo más valioso. Trabaja eficientemente en el horario regular de oficina y deja el trabajo a tiempo. Dale espacio necesario a tu familia y a tus amigos. Haz ejercicio, come y descansa adecuadamente. Pero, sobre todo, cultiva tu vida interior, que es lo más trascendente, porque es eterno (…) Los problemas no lo son, siempre tienen solución. Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, ¡por eso ámala! Vive intensamente y recuerda que antes de hablar, debes escuchar; antes de escribir, debes pensar; antes de criticar, debes examinar; antes de herir, debes tener sentimientos; antes de orar, debes perdonar; antes de gastar, debes ganar; antes de rendirte, debes intentarlo de nuevo». Y antes de morirte, debes ¡vivir!» y «dejar vivir», añado yo.

Las imprevisibles inclemencias «climatológicas» que nos están tocando vivir, agudizadas todavía más por la pandemia mundial que nos aqueja, ponen en evidencia, una vez más, nuestra frágil condición, con qué facilidad se desbaratan nuestros cálculos, nuestros proyectos personales… Revelan, además, la verdad de todo ser humano: que ante determinadas cosas uno se siente fuerte, poderoso, autónomo… pero ante lo esencial, no puede nada, se siente desvalido y experimenta su dependencia más absoluta. El rescate (la Salvación) no está a nuestro alcance, no depende de nosotros sino que viene de fuera.

Respetar la legítima autonomía y libertad de ambos cónyuges, reconocer vuestras grandes potencialidades, valorar vuestro propio proyecto personal… procurando que confluya en la misión compartida que -aunque no lo sepáis- el Señor os ha confiado será, sin duda, el mayor desafío que tenéis que asumir como pareja y como padres. Ni el trabajo, ni el prestigio profesional, ni el poder que podáis alcanzar o la relevancia que podáis llegar a tener socialmente… os hará tan felices como vuestra relación personal y vuestra vida familiar. La persona es esencialmente un ser en relación. Ojalá nunca tengáis que responder a las preguntas más fatídicas que puede hacerse el ser humano: ¿a quién le importa realmente que yo siga vivo? ¿para quién soy relevante? ¿quién me quiere y me acepta como soy?

Con mi afecto y bendición,

D. Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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