En Cartas de nuestro Obispo

El día de mi ordenación episcopal compartí con vosotros esta sugerente historia: «Cuentan que un agricultor conseguía siempre el primer premio en la feria del grano. A todos sus paisanos les llamaba la atención la costumbre que tenía de compartir sus mejores semillas. Alguien se atrevió a preguntarle por qué lo hacía. Muy sencillo, respondió el campesino: todos sabemos que el viento traslada el polen de unos campos a otros. Si mis vecinos cultivan buen grano, todos salimos ganando». En mis treinta y nueve años como cura he comprobado que se trata de una convicción que no falla. Si ofreces lo mejor de ti mismo a los demás, todos nos enriquecemos. ¡No es, por otra parte, más que el secreto evangélico que nos dejó el Señor!

Si en nuestra Diócesis pusiéramos al común lo mejor cada uno y trabajásemos en equipo lograríamos ser más fecundos y nos sentiríamos plenamente realizados.

Os ofrezco, por si os ayuda, las 5 “Ces” imprescindibles para trabajar en equipo:

Comunicación: los integrantes del equipo deben tener la misma información y ser transparentes en los objetivos  que se quieren alcanzar;

Complementariedad: todos los conocimientos son necesarios aunque no todos tengan que saber de todo;

Coordinación: debe haber alguien que lidere para ir todos a una y de forma armónica;

Confianza: cada uno aporta lo mejor de sí y se fía del buen hacer de su compañero. Acepta anteponer el éxito del equipo al lucimiento personal;

Compromiso: cada uno se esfuerza al máximo por conseguir el objetivo propuesto.

Cada equipo es como una maquinaria con diversos engranajes. Todo debe funcionar a la perfección. Debe estar muy bien engrasado. Si fallase cualquier engranaje se rompería la cadena.

Lo importante no es tener estrellas en el grupo sino ser un equipo estrella. Según Michael Jordan, el talento ayuda a ganar un partido; pero si le añades el trabajo en equipo podrás ganar el campeonato.

Nuestra Diócesis es una verdadera familia. Un equipo con un proyecto fascinante: ofrecer plenitud de sentido a cada uno de los hijos del Alto Aragón oriental.

 

Con mi afecto y bendición

Ángel Javier Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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