En Cartas de nuestro Obispo, General, Notas de Prensa, Obispo de Barbastro-Monzón

Entre las distintas vocaciones cristianas, llamadas todas ellas a un seguimiento radical de Jesús, la vida religiosa sigue siendo hoy «memoria viviente del modo de ser y actuar de Jesús… Imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían.

Esta forma de seguimiento de Jesús se expresa y se concreta en unos «VOTOS» que manifiestan y significan una amplia gama y aspectos de esa humanidad nueva instaurada por Cristo y que permanecerá hasta la escatología.

En nuestra Diócesis, en concreto, se hallan colaborando apostólicamente 12 institutos de vida consagrada. Tres de ellas son contemplativas:

  • Tres comunidades de religiosos: Escuelas Pías, Instituto del Verbo Encarnado, Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María;
  • Nueve comunidades de religiosas: Carmelitas Misioneras Teresianas, Compañía Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, Congregación Apostólica Marta y María, Hermanas de la Caridad de Santa Ana que tienen casa en Fraga y en Monzón, Hermanas Clarisas Capuchinas, Hermanas Pobres de Santa Clara, Hermanas de los Ancianos Desamparados, Siervas de María, ministras de los enfermos;
  • Cuatro sacerdotes de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y Opus Dei;
  • Una consagrada del Instituto Secular Vita et Pax in Christo Jesu;
  • Una persona del orden de vírgenes consagradas.

Con esta hermosa alegoría de María del Carmen García Royo, escenificada en la Iglesia de San Ignacio la víspera de la Beatificación de don Pedro Ruiz de los Paños, quisiera desvelar el secreto mejor guardado de los nuevos evangelizadores consagrados: ¿dónde está la fuente de la verdadera alegría?

«El viento ondulaba un hermoso campo de trigo repleto de espigas a punto de granar… ¡Qué dichosas se sentían todas al sentir la suavidad de la brisa que las hacía danzar con libertad y alegría! Soñaban en voz alta y, al compás de sus movimientos, sus palabras se tornaban melodía… Cuando aparecía la lluvia lavaba sus rostros dejándolos resplandecientes y con un olor penetrante…

A mí ¾replicó una de ellas¾ me gustaría ser trigo con el que se pudiera hacer un pan reciente.

Otra, más pizpireta, suspiraba por ser harina de un crujiente pastel de hojaldre.

Las había que soñaban con permanecer siempre como harina blanca.

La más presumida deseaba ser harina de una hermosa tarta.

Al llegar la siega, algunas se quedaron esparcidas por el campo

¡Qué sentido ¾pensaban¾ puede tener ahora nuestras vidas! ¡Nadie ha reparado en nosotras, nadie nos ha echado en falta! ¡Jamás podremos ver cumplidos nuestros sueños!

Conmovidas por estos sentimientos no se percataron de la presencia de AQUÉL que, al atardecer, había regresado para espigar… Cuando terminó se dirigió al pueblo. Llegó hasta el convento y entregó a la monja las espigas que había recogido.

Madre ¾le dijo¾, aquí le entrego “las espigas de los grandes destinos”.

Días más tarde, la hermana molinera las trituró convirtiéndolas en blanca harina para el pan de los pobres y el pan de la eucaristía».

La fuente de la verdadera alegría, aunque muchos lo ignoren, está en descubrir tu propia identidad, es decir, lo que eres y significas para Dios.

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

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