Al tratar de desentrañar «el amor a la Santísima Virgen», he escogido los pasajes bíblicos en los que aparece María de Nazaret y he tratado de bucear por el corazón de aquella muchacha cando-
rosa (feminidad), de aquella esposa solícita (esponsalidad) y de aquella madre abnegada de Nazaret (maternidad), para descubrir en ella el ejemplo más fiel y acabado de lo que debiera ser cualquier discípula de Cristo. A veces, a fuerza de tantos títulos, advocaciones, devociones particulares ( algunas ñoñas), velas, mantos, coronas, joyas… (que bien merece), hemos podido desvirtuar, empobrecer, incluso desenfocar, la significatividad y trascendencia de María en la vida del creyente, del discípulo.
Ayudados por la palabra de Dios y la palabra autorizada de la Iglesia, os invito a desentrañar, en toda su hondura, el misterio de María en nuestra propia historia de la salvación. Esto nos ayudará a purificar y revitalizar nuestra «devoción» y espiritualidad mariana. Buceemos en los textos evangélicos y tratemos de desentrañar el rostro auténtico de María como mujer, como esposa, como madre… como creyente.
A María, la llena de gracia, la madre de todas las virtudes… no le resultó más fácil que a vosotros recorrer la senda que el Señor os ha trazado. Tuvo que vivirlo, como vosotros, en el claro-oscuro de la fe, entre luces y sombras. Pero eso sí, sabiendo de quién se había fiado. Basten unos ejemplos entresacados de los evangelios:
* La anunciación (Lc 1, 26-38).
* La visita a su prima Isabel (Lc 1, 39-56).
* El nacimiento (Lc 2, 1-20).
* Profecía de Siméon (Lc 2, 25-35).
* Huida a Egipto (Mt 2, 13-23).
* Jesús, perdido en el templo (Lc 2, 41-52).
* Sus paisanos lo tienen por un loco o endemoniado y lo van a buscar (Mc 3, 20-21; Jn 10, 20).
* Las bodas de Caná (Jn 2, 1-12).
* Ahí está tu madre… (Mt 12, 46-50).
* Piropo de una mujer a la madre de Jesús (Lc 11, 27-28).
* A los pies de la cruz (Jn 19, 25-27).
* En Pentecostés (Hch 1, 14).
La semana que viene vamos a descubrir, en la voz autorizada de la Iglesia, la relevancia que sigue teniendo en la vida de todo cristiano y de forma especial en la vida de cualquier consagrada.
Con mi afecto y bendición
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón