El evangelista Juan, que no da puntada sin hilo, es capaz de evocar con un símbolo o con una imagen, un sentido trascendente a todo lo que acontece y de adentrarnos en el MISTERIO. Si Marcos hubiera recogido el episodio de las bodas de Caná se habría limitado simplemente a decir: «Estando Jesús en un banquete de bodas, sucedió que escaseaba el vino, y Jesús transformó el agua en vino y todos pudieron beber hasta hartarse». Cuando Juan lo describe con tanto detalle es porque tiene mucho interés en que captemos su hondo significado. Permitidme que intente desentrañarlo, fijándome en tres frases del relato:
1ª «TRES DÍAS DESPUÉS»: El misterio del tercer día: la Pascua (alegría nupcial, humanidad renovada)
Juan comienza su Evangelio con la descripción de una intensa semana de acontecimientos, calculados casi día a día, hasta éste, que es el día último, el sexto. Si leemos el capítulo primero y sumamos los días, «tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea», justo el día sexto, día en que Dios creó al hombre y a la mujer.
Juan, que ha comenzado su evangelio con las mismas palabras del Génesis: «En el principio…», nos hace recorrer una semana entera de acontecimientos, y el sexto día es precisamente cuando en el misterio del amor de un hombre y una mujer, en Caná de Galilea, Jesús manifiesta su gloria.
Puede decirse que el evangelista reconstruye una semana cronológica correspondiente a la «semana» inicial de la creación, con el intento de fechar el episodio de Caná y de hacerlo coincidir con el día en que Dios creó a imagen y semejanza suya al hombre y a la mujer.
Con este simbolismo cronológico, Juan subraya lo que Jesús hace es restaurar la obra creadora de Dios y llevarla a su culminación.
Paradójicamente, en los capítulos finales, Juan describirá también otro período de seis días; y la muerte de Jesús en cruz –con María, la MUJER, a su lado– será el sexto día. Allí Jesús restituirá al hombre-Juan en su plenitud.
En la cruz, en la resurrección se manifestará plenamente la gloria de Dios que había empezado a manifestarse en aquel primer milagro de Caná; aquí la gloria emerge de manera inicial, aunque ya se entrevé el amor con que Dios se acerca al hombre, restaurando su primigenia condición.
Con mi afecto y bendición
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón