DOCUMENTO PARA DESCARGAR: para-el-ngelus-2020-03-31
NOTA: Las reflexiones para el ángelus, del 16 al 30 de marzo, están disponibles en https://www.diocesisbarbastromonzon.org/pastoral/otros-recursos/
El libro de los Números relata un extraño episodio ocurrido en el desierto, mientras los israelitas caminaban, sudorosos y cansados. Como en otras ocasiones después de salir de Egipto, se revolvieron contra Dios y contra Moisés. Para colmo de males, fueron atacados por unas serpientes venenosas y murieron muchos de ellos. Entonces el pueblo recapacitó, acudió a Moisés y confesó su desconfianza y las murmuraciones con las que había vuelto a desahogar su rabia. Moisés, rezo al Señor y, siguiendo sus instrucciones, hizo una serpiente de bronce, la colocó en un estandarte y, cuando una serpiente mordía a alguno, éste miraba la serpiente de bronce y quedaba curado.
Es un episodio que podría parecer raro e irrelevante, si Jesús no se hubiera referido a él en varias ocasiones. La serpiente elevada en un estandarte, que proporcionaba curación a los que la miraban, le sirvió para describir gráficamente su misión y su destino. En la conversación con Nicodemo, Jesús le dijo unas palabras que se le antojaron enigmáticas: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna” (Jn 3, 14). ¿Qué quería decir cuando hablaba de ser levantado? Después de la fiesta de las Tiendas, hablando con los judíos sobre quién era él, volvió sobre el tema: “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces sabréis que Yo Soy” (Jn 8, 28). Y después de su entrada mesiánica en Jerusalén, ante unos griegos que querían verle, Jesús reiteró: “Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32).
Fue el centurión, que mandaba el piquete que ejecutó a Jesús en el Calvario, el primero que captó su verdadero significado, cuando, al ver cómo había expirado, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Jesús se manifestó como Hijo de Dios al ser elevado en la cruz y, desde la cruz, a la gloria de la resurrección. Es lo que los primeros cristianos descubrieron en las horas amargas y gozosas de la Pascua: que en Jesús descubrían un Dios capaz de sufrir con el hombre para que el hombre sea capaz de triunfar con Dios. Como escribió Benedicto XVI, “el hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder con-padecer él mismo con el hombre… y así aparece la estrella de la esperanza”.
Pero estos días tensos y a ratos angustiosos de la enfermedad, que todavía nos golpea, no las vivimos solos y sin esperanza. Es Cristo quien, en una Semana Santa extrañamente real, las comparte y las vuelve luminosas. Pidamos a María, salud de los enfermos, “que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe”, que mantenga firme nuestra fe y nos proporcione el gozo de la esperanza.
Estrella y camino, prodigio de amor.
De tu mano, Madre, hallamos Dios.
Tú nos lo diste en Belén, en pobre portal,
en tu regazo lo ven el rey y el zagal.
Estrella y camino, prodigio de amor.
De tu mano, Madre, hallamos Dios.
Tú nos lo diste en la cruz, altar de dolor,
muerto en tus brazos está un Dios Redentor.
Estrella y camino, prodigio de amor.
De tu mano, Madre, hallamos Dios.
Toda la Iglesia con fe eleva un clamor,
puestos los ojos en ti, la Madre de Dios.
Pedro Escartín Celaya