In General, Notas de Prensa

Documento para descargar: para-el-ngelus-2020-05-06

El libro de los Hechos, en el fragmento que se lee en este día (Hch 12, 24-13,5) nos informa de que “en aquellos días, la Palabra del Señor cundía y se propagaba”. Esto era debido, en primer lugar, al impulso discreto y eficaz del Espíritu Santo, y con él a la actuación de Bernabé y Saulo, los dos evangelizadores citados en esta sección, y también al concurso de toda la comunidad. En ella había ‘profetas’ y ‘maestros’, es decir, que ya tenía algún tipo de organización; es a esta comunidad mínimamente organizada a quien ordena el Espíritu Santo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los he llamado”. Y la comunidad, después de ayunar y orar, “les impusieron las manos y los enviaron a la misión”. Todo ello nos recuerda el protagonismo que tiene la comunidad cristiana en la evangelización: los que están al frente no actúan solos, sino unidos a la comunidad y ésta no transfiere su responsabilidad a los dirigentes, sino que se siente vinculada e implicada con ellos en la tarea.

Es preciso acentuar esta dimensión comunitaria de la evangelización y hacerla cada día más patente. En su primera encíclica, titulada “La luz de la fe”, que el papa Francisco escribió junto con su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, afirmó que “nadie llega a creer por sí mismo”, pues la fe tiene una forma esencialmente eclesial: “Es imposible creer -dice- cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el ‘yo’ del fiel y el ‘Tú’ divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, la fe se abre al ‘nosotros’, se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia”. Esto nos permite decir “creo” y también “creemos”, en la forma dialogada de la profesión de fe. Ante la emergencia de esta pandemia, cada uno debemos  esforzarnos para dar respuestas eclesiales, tanto en cuanto al cumplimiento de las normas y precauciones necesarias para evitar la propagación de los contagios, como en la ayuda solidaria a las personas a quienes la enfermedad ha puesto en situaciones particularmente vulnerables, acogiendo la campaña de sensibilización solidaria que se está preparando.

Volviendo al tema principal de las lecturas de este día, que es, justamente, el de la fe, el evangelio (Jn 12, 44-50) vuelve a decirnos que creer en Jesús es gracia y una suerte: “Yo he venido al mundo -exclamó él mismo- como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas”. San Justino, mártir del siglo II, que encontró en el cristianismo la verdad que como filósofo andaba buscando ansiosamente, refiriéndose a la catequesis que precede al Bautismo, escribió: “el espíritu de quienes reciben esta enseñanza es ‘iluminado’. Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, la ‘luz verdadera que ilumina a todo hombre’, el bautizado se convierte en ‘hijo de la luz’ y en ser ‘luz’ él mismo”. Esta ”iluminación“ nos permite captar la otra cara de la vida y “ver” el sentido que tiene nuestra existencia, algo que resulta imprescindible siempre y, más que nunca, en este tiempo de ansiedad, que todavía sufrimos. Por eso, Jesús advirtió: “no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”. Es la Palabra que él ha pronunciado la que juzga a quien la desoye o desprecia, pues ése ha dejado pasar la oportunidad de encontrar el camino que lleva a la Vida. Con el salmo 66 pidamos que todos los pueblos encuentren ese camino, alaben a Dios y su bendición alcance hasta los confines del orbe:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que respeten su nombre
hasta los confines de la tierra.

Pedro Escartín Celaya

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