Documento para descargar: 2020-05-23
Además de prometer el Espíritu Santo, en aquella conversación al final de la Cena de despedida, Jesús consoló a sus amigos ?vosotros sois mis amigos, les había dicho, porque todo lo que yo sé del Padre os lo he dado a conocer?, entristecidos por los negros presagios que les atormentaban aquella noche. Les consoló y también les confirmó que iba a pasar algo doloroso, dramático podemos decir a la vista de lo que ocurrió en las próximas horas; pero añadió una promesa esperanzadora: ”Dentro de poco ?les dijo? ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver. … Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. … Y nadie os quitará vuestra alegría“. (Jn 16, 16-28).
A ellos les costó entender qué quería decir Jesús con las expresiones dentro de “poco” y “poco” más tarde. ¿Qué significaba ese “poco”? Nosotros ahora, después de los acontecimientos, estamos en disposición más favorable para comprenderlo: con aquel ‘dentro de poco ya no me veréis’ se estaba refiriendo al tiempo de su muerte y sepultura; pero con el ‘poco más tarde me volveréis a ver’ anunciaba su resurrección, testificada por las apariciones y por el envío del Espíritu Santo; ambos acontecimientos llenaron de alegría a los discípulos, como hemos visto a lo largo del tiempo de Pascua y se ha subrayado en estas reflexiones.
Lo más importante es que ya “nadie os quitará vuestra alegría”. El encuentro con el Resucitado les producirá una alegría permanente, que, a menos que renuncien a ella, nadie se la podrá quitar. Así se ha ido comprobando en los acontecimientos que jalonaron la implantación y desarrollo de la Iglesia después de la Pascua. Nunca faltaron las persecuciones, pero el entusiasmo de los evangelizadores prevaleció sobre las amenazas, las agresiones y cualquier tipo de contradicción.
De este modo, la conversación de Jesús con los suyos después de la Cena apuntaba directamente a ese tiempo que llamamos último, definitivo o escatológico; apunta hacia la “parusía”, que no es otra cosa que la instauración definitiva de la salvación de Dios, en un tiempo meta-histórico, es decir, que traspasa la historia y se sitúa más allá de nuestra historia humana. Los cristianos no podemos renunciar a ser los hombres y mujeres de la parusía, a ser hombres y mujeres que, en nuestra manera de pensar, de sentir y hacer, tenemos siempre presente ese tiempo definitivo en el que Dios “lo será todo en todos” y en el que nadie podrá arrebatarnos nuestra alegría. Tampoco la pandemia del coronavirus, aunque entre tanto nos haga sufrir. Esta visión es la que nos da fuerzas para ayudar y servir incluso cuando podemos poner en riesgo nuestra propia salud. Oremos, pues, con un himno pascual, tan apropiado para la reflexión de este día:
¡Alegría!, ¡alegría!, alegría!
La muerte, en huída,
ya va malherida.
Los sepulcros se quedan desiertos.
Decid a los muertos:
«¡Renace la Vida,
y la muerte ya va de vencida!»
Quien le lloró muerto
lo encontró en el huerto,
hortelano de rosas y olivos.
Decid a los vivos:
«¡Viole jardinero
quien le viera colgar del madero!»
Las puertas selladas
hoy son derribadas.
En el cielo se canta victoria.
Gritadle a la gloria
que hoy son asaltadas
por el hombre sus «muchas moradas». Amén.
Pedro Escartín Celaya