“A la memoria de los cofrades que han dado vida a la celebración de la Semana Santa en Barbastro”.
“En reconocimiento de los cofrades que le dan vida”.
Mi saludo al Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo, al Ilmo. Sr. Alcalde, a la Sra. Presidenta de la Junta Coordinadora de Cofradías, a las autoridades, Hermanos Mayores, Priores, Presidentes, cofrades y a todos los que han tenido la cortesía de asistir a la lectura de este pregón.
¡GRACIAS! Es la palabra.
GRACIAS al que es Camino, Verdad y Vida, que me permite sin ningún mérito compartir este inolvidable momento con vosotros, este gran momento que para un cofrade supone tocar con la punta de los dedos el comienzo de la Gran Semana y vivirlo así, como pregonero de la Semana Santa, en mi ciudad, con mis vecinos, en un año muy especial en el que volvemos la mirada a las personas, a la historia, a la unidad, a la Fe, al mensaje de Dios.
La Junta Coordinadora que con criterio valora cada año las cualidades del que será pregonero, quizás perdió en esta ocasión su sensatez por un momento y se dejó llevar por la amistad, porque su decisión solo puede partir del corazón y del cariño hacia quien han designado.
Por eso la palabra vuelve a ser GRACIAS. Gracias Silvia, Ana Belén, Carlos, María Jesús, Eulogio, Pili, Armando, Sergio, Jorge, caras visibles de rostros invisibles, y en vosotros a todos los cofrades de rostro oculto pero corazón abierto, semblantes que se adivinan tras el capirote o el tercerol, herederos de aquellos que hace 400 años unieron sus voluntades para procesionar juntos, de aquellos que hace 75 años recuperaron el movimiento cofrade, los que restablecieron y fundaron nuevas cofradías, los “hacedores” de nuestros pasos, aquellos que nos han entregado el testigo del espíritu cofrade, mujeres y hombres que nos han transmitido ese sentimiento de unidad y de acogida.
¡Jóvenes! os pido una oportunidad. No para este simple pregonero, sino para escuchar las palabras de un joven, Hombre entre personas, Dios entre personas, Jesús de Nazaret. El nos anuncia un mensaje real, que no se oculta en la intimidad, un mensaje para la vida, que se vive, el mensaje del Evangelio, la Buena Noticia del siglo XXI, la verdadera revolución.
Dejad en la puerta la mochila de vuestras predisposiciones, ¡comenzad el camino hacia la Pascua!
“Dios es joven”, titula el Papa Francisco y añade: “Los jóvenes están hechos de la misma pasta que Dios. Apoyarlos a ellos es apoyar el futuro de la Iglesia y de la humanidad”.
…“Necesitamos santos de jeans y zapatillas”.
Hermanos, sacerdotes, religiosas y religiosos, padres y madres, amigos, descargad también vuestra mochila y marchad junto a los jóvenes, al estilo de Emaús, todos junto a quien aparece de pronto y se pone a caminar a nuestro lado, es un desconocido que nos habla. ¿Sabremos reconocerlo?
“¡No tengáis miedo a abrir de par en par las puertas a Cristo!, gritó San Juan Pablo II cuando comenzó su pontificado”.
Y tú cofrade, que piensas mientras caminas al compás de los sonidos, a la luz de una candela, bajo el peso de los Pasos, por las calles, por las plazas…
Y tú espectador de la calle, cuando observas el vaivén de los Pasos, la expresión de los rostros, el color de las imágenes, las escenas que contemplas…
¿Eres capaz de percibir SU presencia? No en lo espectacular, no en lo ostentoso, sino en lo sencillo. En los redobles, en el golpe de la maza, en el aroma del incienso, en el timbre de la corneta, en el rostro de un niño, en el susurro de una brisa apacible como lo percibió el profeta Elías, en tu interior.
Reza una oración cofrade:
“Mientras sigo el ritmo medido de los pasos, parece que avanzo hacia dentro de mí. ¡Cuántas cosas pienso y cuántas voy sintiendo a lo largo del camino! Pasa mi vida por mi mente”.
Sentimientos, silencios, oraciones, diálogo en lo profundo, dentro del corazón. La procesión avanza, imagen y palabra.
Barbastro, las procesiones, imágenes que se unen en una sola, realidades de la vida, palabras que Dios nos susurra al oído…
COMPARTIR
“A quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos”
(Mt. 5,41)
Es la tarde del quinto Sábado de Cuaresma, atravesamos el pórtico, ecos de un pregón. Una serpiente multicolor avanza por el Coso. Son jóvenes, comparten sonidos, amistad, ganas por mostrar sus toques en la exaltación que se va a celebrar. Han compartido tiempo, experiencias, frío, ensayos, ilusiones y a veces decepciones…
La cruda realidad se cruza en el camino. A nuestro alrededor las noticias pronuncian la palabra “bullying”; hablan de una familia que debe abandonar su casa; Cruz Roja denuncia que hay personas que tienen que elegir entre poner la calefacción o cenar.
¡Cambiemos! Cambiemos por noticias de mano tendida, de abrazo amigo, de sonrisa amable. ¡Compartir!
Manos Unidas propone, “Solidaridad empieza por SMS: Seamos Más Solidarios”.
Joven, si te piden la túnica, ¿das también la capa? Si te piden la chaqueta, ¿das también la “parka”?
ALEGRIA
“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
(Mc. 11, 9)
Domingo de Ramos, once de la mañana. Al golpe de la maza, los carpinteros levantan el paso de la “Burreta”, túnicas grana, dulzaina, tambores, colorido de Sibilas. Se escuchan risas, algarabía, murmullo de voces infantiles. La plaza del mercado espera su llegada.
Entra el Señor a lomos de un humilde asno, las palmas le saludan, se alzan los ramos de olivo adornados con golosinas, el sonido del roce de las hojas al batir de los ramos invade la plaza. Se recibe la bendición, alegría…
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, afirma el Papa Francisco.
Un diario de Segovia, publica: “El poder de la alegría”.
“La ilustradora Paula Núñez, MissPink, dibuja sonrisas e ilusión en los pequeños que tienen que ser hospitalizados gracias a los colores con los que inunda las salas pediátricas”.
Alegría, que contagia. Seamos cristianos con cara y corazón alegre, regalemos una sonrisa.
SUPERACION
“Puesto ha sido éste para caída y para resurrección de muchos en Israel.”
(Lc. 2, 34)
Ocho de la tarde, se abren las puertas del colegio de los Escolapios, el sonido grave de tambores y bombos preludia lo que va a acontecer.
Jesús ha emprendido el camino que le lleva a la cruz. El peso que soporta se multiplica porque carga sobre sus hombros nuestras propias caídas.
Las filas de cofrades se adentran en el barrio antiguo, “Entremuro”. El eco de los bombos se hace más intenso entre el estrecho laberinto de calles entrelazadas, tenuemente iluminadas, que quizás recuerdan a las que El recorrió en Jerusalén.
El Señor ha caído. Tres caídas, tres veces se levanta. Quiere llegar al final de su camino, al final de su misión, porque quiere que también nos levantemos. El esfuerzo marca su gesto, su rostro, la gubia de López del Espino ha sabido interpretarlo. Jotas y oraciones le acompañan en sus caídas como cirineos que quisieran socorrerle.
Rostros desconocidos nos tienden la mano:
Jesús Vidal, en la entrega de los premios Goya, provoca a la superación: “Han reconocido a un actor con discapacidad. Ustedes no saben lo que han hecho”.
AMOR
“Nadie puede tener amor más grande que dar la vida por sus amigos.”
(Jn. 15, 13)
Martes Santo, diez de la noche. Como si emergiera del interior de la tierra aparece en lo alto de la escalinata de la Catedral la imagen del AMOR con mayúsculas. La imponente torre, espectadora de excepción, la contempla en silencio.
La cofradía la espera en la plaza, la reciben redobles, llamas vacilantes de unos cirios rojos iluminan su paso. La Madre de la Piedad se ampara sobre hombros femeninos, sosteniendo a su Hijo inerte en el regazo con un gesto de amor infinito, un lienzo sacudido por el viento con el que acaban de descender al Señor, cuelga de la cruz. Amor de Hijo que da la vida, Amor de Madre por sus hijos.
Despacio, en silencio, la procesión deja la plaza. Portantes, penitentes, sección de instrumentos, una familia que camina al unísono cobijada por el AMOR.
Penitentes que recorren los caminos del mundo, demandan amor: “Al menos 29 niños y recién nacidos han muerto de frío en un campo de refugiados sirio cuando huían de la violencia, advierte la Organización Mundial de la Salud”.
A los que dan amor evoca Manolo García,
Y a los que aman sin demandar
y a los que aman sin pedir nada…
…salud y larga vida amando.
SACRIFICIO
“Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”
(Mt. 16, 24)
Miércoles Santo, diez de la noche. En silencio, los nazarenos van tiñendo de morado y amarillo la plaza de San Francisco. Tres golpes, Jesús Nazareno es elevado y a los sones de la marcha “y nazareno fue mi padre”, mecido por los portantes como queriendo aligerar su carga, la pesada cruz que lleva a sus espaldas, cual Simón de Cirene.
Sentimiento contenido, ojos brillantes que se humedecen, emoción en el interior de los cofrades que al final explota: “Al cielo con El”.
Para la Madre son horas amargas, su rostro refleja la amargura que existe en su corazón. Fiel a su Hijo, ansía encontrarlo, cofrades de túnica y tercerol morado son sus pies.
Verónica quiere seguir los pasos del Señor pasando desapercibida entre la muchedumbre que lo increpa. Lo sigue de lejos, en la distancia.
Un encuentro se produce en la encrucijada del Coso, encuentro de sacrificios. Jesús sacrifica la vida, María sacrifica el fruto de sus entrañas, Verónica sacrifica su seguridad para intentar aliviar el sufrimiento del Redentor, se arriesga para enjugar su rostro. El sonido de una jota estremece los corazones…
Valientes ocultos tras el capirote de la sencillez, se convierten en espejos donde mirarnos: “El alpinista español Jesús Gutiérrez Rey, cayó hace más de una semana a una laguna del cerro Fitz Roy, en Argentina, mientras intentaba salvar a dos escaladores brasileños”.
ENTREGA
“Y una espada atravesará tu alma para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones”
(Lc. 2, 35)
Jueves Santo, la oscuridad de la media noche envuelve el sufrimiento de la Madre Dolorosa, camina sola, recordando quizás los acontecimientos que han pasado por su vida.
“María guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”. (Lc. 2, 16).
Ahora su corazón está atravesado por el dolor. Un puñal, siete dolores, siete faroles que brillan en la penumbra portados por siete cofrades, capa negra, túnica y capirote blancos. Las cornetas lloran por el dolor de María.
Rodeando la Catedral, desciende por la empinada calle, se detiene y, como si un deseo interior se cumpliera, la presencia del Hijo se hace real en un fugaz encuentro. Sigue adelante, brazos abiertos y manos extendidas, para acoger, para entregar.
En la procesión de la vida, portantes anónimos entregan sus fuerzas sin límite: “En Burkina Faso, muere asesinado el misionero salesiano Padre Antonio César Fernández, que trabajaba en África desde 1982 y vivía en Uagadugú”.
PAZ
“¡Vuelve la espada a su lugar! porque todos los que empuñan la espada, a espada morirán.”
(Mt. 26, 52)
Nueve de la noche, unos golpes secos rasgan el silencio, es la guardia romana. ¿A quién buscáis?
Se abren las puertas del Convento de las Madres Capuchinas, unas figuras blancas sacan a hombros una escena estremecedora. Una muchedumbre alborotada asiste a la traición de un amigo, basta un simple beso. Solo un semblante de entre todos transmite paz, sosiego, calma… acepta su misión.
El Evangelio no se defiende con la espada…
El golpeo de las lanzas contra el suelo marca el ritmo, un rosario de antorchas y capas azules desciende desde el convento para cruzar el estrecho puente.
En una sociedad polarizada, crispada en muchas ocasiones, ¿hay lugar para la paz?
Médicos sin Fronteras, alerta: “una de cada dos personas que huyen de la guerra y la violencia es una mujer o una niña. Unos 34 millones de mujeres y niñas ahora mismo en todo el mundo. ¿Puedes imaginarlo?”
Quizás si lo imaginaba el gran Antonio Flores,
Si pudiera devolver
La paz que quité
No dudaría
No dudaría en volver a reír.
VERDAD
“Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de verdad, escucha mi voz.”
(Jn. 18, 37)
En el otro extremo de la ciudad, dos hileras de hombros granate unidos por manos blancas de hombres y mujeres, sostienen Verdad y Esperanza. Jesús atado a la columna, condenado, atraviesa la verja que da a la calle, cada golpe de bombo es un golpe de látigo, golpes que nos afianzan en la verdad, provocados por quienes no quieren escucharla.
Con las manos entrelazadas, la Madre le sigue, deposita su esperanza en la verdad, la verdad de su Hijo, la verdad del Hombre auténtico, la verdad de Dios.
Comienza un largo recorrido, atraviesan la ciudad de extremo a extremo. Descansan en una oración, cuando la ciudad les acoge en sus entrañas. El Hijo y la Madre se miran, el sufrimiento frente a la esperanza en la verdad de su palabra.
Y, ¿qué es la verdad?, interroga Pilatos.
En el año 1936 unos jóvenes estudiantes, mártires de Barbastro, escriben en un papel de chocolatina: “Queridos padres: muero mártir por Cristo y por la Iglesia. Muero tranquilo cumpliendo mi sagrado deber. Adiós, hasta el cielo”.
Verdad de honestidad, verdad de personalidad, verdad de coherencia, verdad de vida.
ESPERANZA
“Destruid este templo y en tres días lo levantaré”.
(Jn. 2, 19)
Viernes Santo, siete de la mañana. Con la aurora, como si encajaran las piezas en un puzle, pausadamente los asistentes se van congregando en la Plaza de San Francisco. Cofrades vestidos de negro salen del templo, sobre sus hombros el Santo Sepulcro desciende las escaleras, suenan cornetas y tambores. La Madre le sigue, siempre le sigue. Catorce estandartes escenifican las estaciones del Vía Crucis, la procesión avanza por el viejo puente.
Dos interminables filas de espectadores en movimiento se funden en ella, la rodean como si quisieran arropar al Señor de la Vida que ahora yace en el Sepulcro. Los tambores rompen el silencio, callan para rezar, para vivir cada estación.
El interior de la Catedral se va poblando lentamente hasta completarse. Silencio. Se reza la decimocuarta estación, todo ha terminado. Silencio. Ondean los cordones de las medallas, ESPERANZA… ¿Podemos soñar?
El 12 de febrero de 2019, el diario El País publica: “Más de 100 niños soldado recuperan la libertad en Sudán del Sur”.
En la voz de Rosana, amparados en el que es ESPERANZA, soñemos,
…mientras el mundo gira
entérate vivir nos hace fuertes
soñar es de valientes
PERDóN
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
(Lc. 23, 34)
Es mediodía, el Maestro entrega la vida, pero en su agonía todavía tiene fuerzas para perdonar a los que lo han condenado.
Francisco Bretón plasma este momento en una impresionante talla que los portantes de la Hermandad procesionan descendiendo por la calle hacia el Coso. La Madre dolorosa le sigue, quiere acompañarle, está al pie de la Cruz. Túnicas negras y capas blancas asisten a este angustioso momento.
Una voz cofrade pronuncia las siete palabras. La Madre se acerca, se postra ante el Salvador, suena la “saeta”, un numeroso público lo contempla expectante, la emoción contenida estalla.
“Perdona nuestra ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, rezamos. ¿Sabemos perdonar?
Irene Villa, víctima del terrorismo, da una lección de vida: “El perdón no cambia el pasado pero sí el futuro”.
Perdonar. Pedir perdón. Transformar el futuro. ¿Somos capaces? ¿Siete veces o hasta setenta veces siete?
HUMILDAD
“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, pues soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.”
(Mt. 11, 29)
Ocho de la tarde, la procesión de procesiones ha comenzado, en la calle las cofradías se suceden escenificando el relato de la Pasión.
Un conjunto de figuras espectacular aparece llevado por un grupo de hombres vestidos de negro, con una túnica sencilla, cíngulo rojo y un corazón en su pecho.
Avanza con la imagen de Cristo iluminada en el centro, dejando en la penumbra al resto de figuras que lo acompañan y en lo alto, apoyado en la cruz balanceándose por el movimiento, Nicodemo, que completa la grandiosidad del paso, que empequeñece ante la grandeza del más humilde. Jesús nos da un “baño” de humildad, desde el “pesebre” hasta el sepulcro. Quien puede bajar de la cruz, permite ser bajado.
En la época del “América primero”, del “estoy al mando de…” en lugar de “al servicio de…”, de la búsqueda del liderazgo, de la fama, de la ausencia habitual de valores, de la exclusión del prójimo… ¿Es nuestro referente?
¿Se puede liderar desde la humildad? ¿Se puede convivir en la sociedad desde la humildad? ¿Somos capaces de responder?
Servir, bella palabra en la pluma del poeta Rabindranath Tagore: “Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”.
CONFIANZA
“Haced lo que El os diga”.
(Jn. 2, 5)
Los cofrades en torno al Señor, toque de oración, tributo al Santo Sepulcro. La Plaza del Mercado permanece callada, la gran procesión ha terminado. Las cofradías la abandonan en silencio, pareciera que incluso la procesión se hace cómplice del momento. María queda sola, el lugar inundado hace un momento por cofrades y pasos, ahora está vacío.
Sus cofrades permanecen fieles, la acompañan en su caminar a hombros hacia la iglesia de San Francisco. Se diría que únicamente la confianza la sostiene en su soledad, en su espera. Confianza en Dios Padre, como en la anunciación, confianza en su Hijo, como en Caná, como al pie de la Cruz.
El 28 de agosto de 1963, Martin Luther King pronunciaba estas palabras: “Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño”.
Confianza convertida en Esperanza. Confianza en el que es la VIDA.
VIDA
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?”
(Lc. 24, 5)
Domingo de Pascua. El sol da luz a la mañana. En la calle sonrisas, estandartes, claveles blancos, saludos, abrazos. Se diría que algo ha sucedido.
La imagen del Resucitado aparece en lo alto de la escalinata de la iglesia de San Francisco, los portantes apoyan las varas sobre sus hombros, mujeres y hombres, colores que se funden, unión de cofrades. Avanzan por el puente hacia el corazón de la ciudad.
Nuestra Señora de la Soledad espera, guarda todavía el luto sin perder la confianza. Sus cofrades la conducen sobre sus hombros, la ayudan a recorrer su camino.
La Plaza del Mercado rebosa con el gentío, el Hijo y la Madre se encuentran, el negro se transforma en blanco, suena la música, las palomas vuelan invitadas por los niños, estalla la plaza, se oye la jota…
¡Corramos junto a Pedro y el otro discípulo al encuentro de JESUS RESUCITADO! ¡Escuchemos su saludo: “La paz sea con vosotros”!
Un periodista guatemalteco amenazado de muerte, escribía: “Ni yo ni nadie estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de amor. Los cristianos no estamos amenazados de muerte, estamos amenazados de resurrección. Porque, además del Camino y la Verdad, Cristo es la Vida, aunque esté crucificado en la cumbre del basurero del mundo”.
¡Salgamos a la calle! A golpe de bombo y tambor, al toque de corneta, con alegría, con la mano tendida, con el hombro dispuesto, a corazón abierto.
¡Salgamos a la calle! Sin miedo. Seamos transmisores del testigo recibido.
Termino con una pequeña historia. La de un niño que el Domingo de Ramos barría con su “palma” el suelo polvoriento de los “jardinetes”, que miraba la fotografía de su padre portando la “Verónica” y creció atraído por el vaivén de los pasos y el sonido de los tambores en las frías noches de la Semana Santa.
Al que un día su madre le dijo: “me han dicho si quieres llevar el paso del Descendimiento”, se hizo cofrade, y al que habéis permitido compartir con vosotros años llenos de sentimientos, fraternidad, unidad, de esfuerzo común, de satisfacciones, de amigos… de Fe; que ahora está aquí delante pregonando y os da las gracias desde el corazón.
¡SANTA SEMANA SANTA!