En Cartas de nuestro Obispo, Últimas noticias

La Diócesis de Barbastro-Monzón está marcada por su carácter martirial. En su memoria se hunde la huella de los 78 beatos mártires de la Guerra Civil, con su obispo, Florentino Asensio a la cabeza. Con él, 51 claretianos, 18 benedictinos, 5 escolapios, los curetas de Monzón, José Nadal y José Jordán, y el laico Ceferino Giménez Malla “el Pelé”, dieron testimonio de fe en una diócesis donde 9 de cada 10 sacerdotes fueron asesinados entre 1936 y 1939.

Hemos incoado el proceso de beatificación de los 250 mártires que quedaban: 211 sacerdotes diocesanos, 5 seminaristas y 34 laicos. Se lo debíamos. En total 328 mártires, de los cuales 78 ya beatificados. Son nuestros testigos del siglo XX, la «joya de la corona». Estamos convencidos que su sangre fecundará nuestra tierra con las vocaciones necesarias.

El martirio, como expresa de forma sublime el Papa emérito Benedicto XVI, es un don, un regalo de Dios, una iniciativa misteriosa e inefable del Señor, que de repente entra en la vida de una persona cautivándola con la belleza de su amor, y suscitando consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino. Cada uno encontró su propia vocación martirial asumiendo el proyecto que Dios tenía sobre él. En dicho proyecto cada uno encontró su verdad y, aunque pueda resultar paradójico, esta verdad les hizo sentirse realmente libres. No nos sorprende, por tanto, el ansia de martirio y las prisas de eternidad que tenían la mayoría.

Barbastro, en palabras proféticas del cardenal Aquilino Bocos, regado con la sangre inocente de su Pastor, D. Florentino Asensio, de sus sacerdotes diocesanos, de sus religiosos y de sus fieles seglares, pasará a la historia como lugar donde se escribieron una de las actas más bellas del martirologio de la Iglesia. Su nombre, será paseado por los cinco continentes como atalaya del espíritu, yunque de fidelidad y emblema de reciedumbre. La glorificación de estos mártires, y la de los que le seguirán, hace que Barbastro no sea ya recordada como «altar de sacrificio» sino como «cátedra» elocuente que enseña a morir de pie –‘entre el canto y el perdón’– a los testigos del evangelio.

¿Por qué matarían a tantos?, se preguntaba el Papa Francisco al ver el mapa con los lugares de martirio, cruces que jalonan la geografía diocesana.

Abierta queda la respuesta. Lo que sí es cierto es que Barbastro-Monzón se ha hecho acreedora de un rasgo único, su espíritu de reconciliación y perdón. El testimonio de nuestros mártires se deja sentir en los principales monumentos y en cada rincón de una tierra regada con su sangre. Allí donde los mártires vivieron, asistieron, rezaron o ayudaron encontramos un punto de conexión, gracias a su intercesión, con la historia y la fe.

Barbastro-Monzón, tierra de santos. Tanto los que nacieron aquí, San Victorián y Santa Maura, San Belastuto, San Poncio y San Ramón, San Visorio, San Balandrán, San José de Calasanz, San José María Escrivá de Balaguer, los beatos mártires de la Guerra Civil, como los que estuvieron en ella, San Valero, San Gaudioso, San Úrbez, San Francisco de Asís, san Vicente Ferrer… vuelven a poner en valor la talla de nuestra gente.

El tomillo se ha convertido en nuestra Diócesis en un verdadero símbolo porque encarna nuestra identidad martirial. Perfuma las manos de quien le corta la vida arrancándolo de la tierra, como nuestros mártires que bendijeron y perdonaron a quienes cruelmente les arrebataron sus vidas. Tiene su sitio en la calle, donde agiganta su perfume, convertido por nuestras vidas en bálsamo de Dios para los hombres.

 

Con mi afecto y bendición

Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

 

Teclea lo que quieres buscar y pulsa Enter