El día 21 es la fiesta de San Ramón obispo, nuestro patrono, el gran desconocido para muchos diocesanos. A medida que he buceado por su inquebrantable corazón no sólo he llegado a quererlo, admirarlo y valorarlo sino que cada día me siento más orgulloso de ser su indigno sucesor, a quien me gustaría imitar y parecerme. Un santo, como afirma la subdirectora del Museo Diocesano, María Puértolas, cuyos valores siguen siendo un referente para todos los hijos del Alto Aragón. Un modelo a seguir y, aunque casi nos separen 1000 años, una figura y un legado únicos, que están todavía vigentes.
Raimundo Guillermo nació en Durban (Francia) hacia1055. Su distinguido origen familiar le permitió recibir una formación rigurosa y concienzuda, y aunque comenzó la carrera de armas, pronto se apartó de este camino, renunció a sus privilegios de nobleza y se dedicó por completo al estudio de las Sagradas Escrituras y a la meditación. Se consagró en cuerpo y alma a la predicación y a ayudar a los menesterosos. Una atractiva personalidad que, unida a sus excelentes virtudes y noticias de santidad le llevaron a ser elegido prior de san Saturnino de Toulouse.
La fama de este excelente orador y su ejemplo traspasaron montañas y, a la muerte de Poncio, primer obispo de la recién instaurada diócesis de Barbastro-Roda, fue nombrado obispo de nuestra diócesis. Su labor fue inmensa. Encontró un territorio fragmentado, geográficamente disperso, pobre, sin guía espiritual, una amalgama de culturas y creencias, un pueblo receloso al que supo ganarse con paciencia y perseverancia pero sobre todo con una fe tenaz. Se dedicó por completo a la restauración del culto divino, la revitalización de la fe, a la predicación y conversión de muchos sarracenos, fomentando la construcción y consagración de muchas iglesias, a las que dotó de medios para que pudieran celebrar el culto con dignidad: Alquézar, Roda, Monasterio de Alaón, iglesias de santa María y san Clemente de Tahull, Aler, Fornillos…
Un hombre de temple humilde, frugal en la mesa, de trato amable, cuyas rentas reparaban y adornaban las casas de Dios y cubrían y alimentaban a menesterosos e indigentes. Un ejemplo de talante conciliador y dialogante, fuerte de espíritu, que supo combatir por la vía del derecho y la razón la violencia que algunos obispos usaban en la época. Así solventó los problemas con Odón, obispo de Urgel, quien ocupó sin autorización varias iglesias al obispado de Roda- Barbastro. Más tarde el obispo Esteban de Huesca, ansioso por poseer gran parte del territorio de su diócesis, lo arrojó por la fuerza de Barbastro y tuvo que retirarse a Roda. A su muerte, el historiador Aínsa dice que su mayor prodigio fue el reconocimiento por parte del rey Alfonso I, ante varios obispos y religiosos, de su pecado al despojar de modo totalmente injusto a Ramón de su silla de Barbastro.
Con mi afecto y bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón