Esta está siendo nuestra humilde, ardua y delicada tarea con vuestros hijos conscientes del diamante que llevan dentro y que necesitan que alguien les ayude a tallarlo, quitando lo que sobra y pasar de pedrusco a joya preciosa que embellece su vida y su entorno.
Nuestros jóvenes, aunque tengan pocos años, no son tan ingenuos como algunos se imaginan. Os comparto esta experiencia vivida con ellos para que juzguéis vosotros mismos. A final de curso de 2017, de paso por Zaragoza, José Benito Gallego (JB para los amigos), entonces Delegado Regional de Pastoral Juvenil en Aragón, me invitó a participar en una celebración litúrgica donde iban a evaluar el curso. Fue precisamente en el Perpetuo Socorro, parroquia donde suelen ir los jóvenes de Rasal que están estudiando en Zaragoza.
Me sorprendió el clima de silencio, de recogimiento y de oración que se creó. También la sinceridad y profundidad evangélica con que evaluaron su andadura como jóvenes creyentes durante el curso. Se sirvieron de una evocadora dinámica, conocida como «juego de coronas», donde cada uno podía descubrir quién era el que realmente coronaba tu vida.
Después de ponernos la corona que cada uno había fabricado rústicamente con un pliego de periódico doblado y celofán, salimos en silencio al pasillo central de la nave de la iglesia, nos colocamos en fila india, y según iban formulándose las preguntas, había que dar un paso a la izquierda o la derecha según la respuesta era afirmativa o negativa. Nosotros, si queremos jugar en casa con nuestros hijos, lo podríamos hacer más sencillo. Podríamos escribir en dos trozos de cartulina o tarjeta naipe una V en una y una F en la otra. Y levantaríamos la carta en décimas de segundo cuando el coordinador del juego formulara la pregunta. Os comparto algunas que recuerdo por si os pudieran servir sutilmente para dialogar con vuestros hijos: ¿Soy yo quien realmente decide mi forma de vestir?; ¿he sido siempre fiel a mis propios ideales?; en algún momento ¿me he desmarcado de los consejos que me han dado mis padres?; ¿alguna vez he ocultado la verdad porque podría perjudicarme?; ¿he sido siempre fiel a mis compromisos apostólicos?; ¿me cuesta mucho compartir y/o trabajar con otros (en equipo)?; en algún momento ¿he tenido nuevos sentimientos que me han hecho cambiar y actuar de forma diferente?; ¿he rendido profesionalmente o como estudiante de acuerdo con las capacidades que Dios me ha dado?;¿cambiaría mi familia?; ¿soy yo quien selecciona la música que escucho o los vídeo-juegos, las series o las películas que veo?; ¿comparto con los amigos mis inquietudes, anhelos y preocupaciones?; ¿tengo alguna persona que sea verdadero referente en mi vida?; en algún momento ¿he tenido la sensación de que Dios no me escucha?; alguna vez ¿he dudado de mis amigos?; ¿he compartido mi propina o mi paga semanal con otros compañeros que tenían menos recursos que yo?; ¿cambiaría de ciudad?; ¿me siento acogido y escuchado por la Iglesia?; ¿creo y confío en la sociedad?; ¿siento que Dios me pide ayudar y servir a los demás para que todos puedan ser más felices?; ¿he sentido alguna vez la sensación de que mi vida no valía la pena?; ¿he intentado forzar a alguien a tomar una decisión?; ¿te dejas influenciar por otros?; ¿has traicionado alguna vez a un amigo?; en este último mes ¿has hablado o te has confesado con un sacerdote?; ¿podrías vivir sin WhatsApp?; ¿crees qué la Iglesia está adaptada a los tiempos actuales?; en este último mes ¿has confiado algo importante a un amigo?; ¿te aceptas a ti mismo?; ¿rezas a Dios diariamente compartiéndole tus ilusiones?; ¿crees que se puede ser feliz y fecundo ayudando y sirviendo a los más desfavorecidos?; ¿te alimentas con el pan de la palabra y con el pan de la eucaristía?;¿te casarías para siempre?; ¿te ha fallado alguien en estos meses?; ¿PERDONARÍAS? ….
Con mi afecto y bendición,
Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón